Ser artista no es fácil, pasarás los primeros años de tu vida, cuando no toda tu vida, tratando de entender tu visión de las cosas, intentando comprender aquello que al parecer para el resto del mundo resulta ser tan obvio, un “algo especial en ti”, pero que a ciencia cierta nunca sabes a qué se refieren, ni dónde está ubicado; las decisiones tampoco resultan ser tan fáciles, en muchas ocasiones te privarás de tantos momentos para seguir luchando un poco más, porque mucho nunca termina siendo suficiente; y es que toda decisión que tomes parecerá ser tan radical, ¿ser o no ser? ¿Estudiar o no estudiar? ¿Corazón o razón? ¿Dinero o felicidad?, así entre otros cuestionamientos en los que sin saber cómo, siempre terminarás envuelto en situaciones donde abundan comentarios del tipo “nadie vive del arte” y nacerá en ti un espíritu rebelde a la realidad de una sociedad que te implora a gritos que por el amor de Dios te tomes la vida en serio y escojas una “verdadera” profesión. Al ser artista estarás en medio del “voz a voz” de la gente, algunos te criticarán y otros que te apoyarán, aunque por alguna extraña razón los primeros terminan causando más daño del que pueden curar los segundos. Vivirás instantes en los que te sentirás solo, aún rodeado de una multitud y creerás que nadie apuesta un centavo por tu arte, porque a veces ni tú lo harías, te volverás tan crítico contigo mismo porque siempre pudiste haber dado más, porque nunca es suficiente, si de algo estoy seguro es que pase lo que pase sufrirás tu arte.
Ser amigo de un artista no es fácil, porque esa gente está loca, nunca sabes con qué extraña idea vayan a salir ahora, y su insistente llamado pidiendo una opinión acerca de su último gran aporte a la historia del arte es agotador, por lo menos aprenderás a mentir para no herir los sentimientos de un amigo, porque pocas veces resulta ser tan magnífico como lo expresa el brillo en la ilusión de sus ojos. Hablar con ellos tampoco es nada fácil, a veces porque se vuelven narcisista de sus obras, a veces porque son cuerpos vacíos manejados en piloto automático, programado con las funciones básicas de supervivencia.
Enamorarse de un artista no es fácil, te sacará de casillas cada vez que pueda, a lo mejor no vas a entender muchos de sus silencios y sus miradas perdidas en los momentos de gran inspiración donde nada de lo que le cuentes parece importarle, tampoco será fácil lidiar con los comentarios y elogios de cada fanática obsesionada, y será desgastante pelear en contra de su terquedad y su espíritu soñador tan fantasioso que poco tiene que ver con la realidad en la que viven, tal vez incluso nunca te dedicará el tiempo que sientes merecer como su pareja porque siempre pareciera que está en otro mundo en el cual ni siquiera existes.
Tener un artista en la familia no es fácil, cambiarás noches de sueño y tranquilidad para soportar alaridos, desastres y ruidos en una supuesta demostración de expresión artística; soportarás cambios de ánimo, días largos de ensayos, y tendrás la responsabilidad de ser un hombro de apoyo en cada fracaso, ser voz de aliento ante los nervios de cada exhibición, sentirás frustración al ver que los días pasan y no ves progreso, y sientes que si no coge conciencia morirá en el sueño, o peor, de hambre. Pero valdrá la pena, valdrá la pena verlo triunfar y botar toda su energía en un escenario, verlo amar como nunca ha amado, ver la pasión en sus ojos, ver como existe una multitud que lo admira, y correrán lágrimas de orgullo y nostalgia al recordar el camino que has librado junto a él, porque a pesar de todo… ¡Es Feliz!
Valdrá la pena que te enamores porque en cada silencio estará pensando en la manera de sorprenderte una vez más, porque al fin y al cabo eres su musa, la razón de todo, el origen y el final de su arte, incluso habrá ocasiones en las que él se habrá convertido en artista solo para poder llamar tu atención, y él necesita de ti, de que también lo sorprendas, de que lo inspires; tu eres la raíz de sus sentimientos, y sus sentimientos el pilar de su obra. Y es que abro el cuestionamiento ¿Realmente el arte pertenece al artista o a quien lo inspira? Yo siempre he creído que pertenece al segundo.
Valdrá la pena brindarle tu amistad, porque no puedes vivir sin ese loco, porque deja un vacío en cada persona que toca, en especial en ti, porque te hará falta su espontaneidad, ese extraño talento que tiene para relajar la tensión del ambiente con cada tontería que se le ocurre, nunca entenderás como lo hace para conocerte tan bien y hacerte sentir de la misma manera, sin duda es para ti un motivo de inspiración, una muestra de que se puede amar lo que se hace.
Vale la pena ser artista, porque el mundo necesita de personas como tú, referentes que inspiran a pensar en que sí se puede, locos que antes de todo son humanos, personas con las que te puedes identificar, que sabes que sienten y que dejan todo ese sentimiento plasmado en sus obras, porque es mutuo, porque nos hace sentir que no estamos solos. Es cierto, el camino no es fácil, nadie dijo que lo fuera, sin embargo no experimentarás mejor sensación que la de ser tú mismo y que el público te admire por ello, y te cuento un secreto… todos tenemos un pequeño artista viviendo en nosotros.