Noel Peralta Barreto
Durante la revolución Francesa, en la Asamblea Nacional de francia, a la izquierda se sentaban los que sostenían los valores de progreso, igualdad jurídica, respeto a lo nacional y el internacionalismo, solidaridad, insubordinación, secularismo o libertad de creencia religioso, el derecho de autodeterminación y la justicia social mediante una economía planificada. Desde aquellos tiempos se ha desarrollado una posición política identificada como izquierda que recoge a los que son críticos a la injusta, desigual y competitiva organización de la sociedad y propugnan un cambio radical.
Si críticas y actúas en defensa de los derechos de las mayorías, del respeto e inclusión de las minorías étnicas, raciales, sexo-diversas, al machismo, serás catalogado, aunque no lo quieras, de izquierdista. Si quisieras tener las mismas oportunidades de salud, educación, desarrollo profesional, acceso a la riqueza y de aplicación de las justicia legal ya tienes pensamientos de izquierda. Si deseas un cambio que permita la salvación de la vida en el planeta y de todo su ecosistema, si tú accionar se basa en el amor al prójimo como a ti mismo, inevitablemente, estarías sentado del lado izquierdo de la historia.
Pero la derecha que defiende el estatus quo, que lucha porque nuestra sociedad no cambie, que se perpetué la desigualdad y la supervivencia del más apto y que compitamos eternamente por un puesto dentro de los privilegiados, que ponen en el centro la acumulación del capital como manera de organización social, tienen una enorme capacidad económica, cuentan con todo el desarrollo de la cultura social, financiera, política, jurídica, mediática, educativa y militar para “convencernos” de que los que están equivocados son los que piensan diferente.
Por eso se les hace sencillo hacer “fracasar” cualquier gobierno de izquierda para “demostrar” que son inviables como sistema de gobierno. Pues usan toda su maquinaria bien aceitada por siglos de experiencia, a través de una red global de instituciones gubernamentales, civiles y militares, nacionales e internacionales que imposibilitan cualquier acción que demuestre que otro mundo es posible. Y para ello cuentan con elementos culturales que alienan a los que nos definimos de izquierda y que permiten la implosión de los procesos izquierdistas desde adentro con la corrupción, el burocratismo, el sectarismo y en la polarización.
Solo basta que unos cuantos “líderes” se corrompan ante ofertas de la derecha para generalizar que la izquierda es corrupta, hacer fracasar algunos proyectos económicos con sus maquinarias financieras, productivas, mediáticas y políticas para identificar a la izquierda con la negligencia y el fracaso, atizar la candela entre las diferentes “corrientes ideológicas” para que las pugnas internas justifiquen el concepto anterior y se autodestruyan.L
Los errores de los movimientos de izquierda y sus fracasos por generar una sociedad más justa y humana no pueden determinar su inviabilidad. Es un proceso creador que enfrenta una enorme resistencia pero que más temprano que tarde terminará de dar sus frutos. La fragmentación ideológica, y el estupidismo de creerse poseedor de la verdad y de la vía correcta hacia la construcción de una sociedad con igualdad de condiciones y oportunidades, la identificación sectaria en diferentes –ismos (Chavismo, marxismo, maoísmo…, socialismo, comunismo) divididos entre ellos con apellidos de radicales, reformistas, light, y pare de contar, solo sirven al mantenimiento del estatus quo y la supremacía de la derecha. Son tan eficientes en su defensa que confrontarlos militarmente les favorece al dominar todo el aparato industrial-militar, mediático y financiero.
Los errores de Maduro y alguna “basura” infiltrada entre sus colaboradores no desvirtúan los objetivos de la izquierda en Venezuela, enarbolados por el comandante Chavez. Adversar al presidente Maduro es hacerle el trabajo a la derecha. Errores no corrigen otros, nuestro deber es trabajar por corregir lo que haya que corregir sin darle chance a la derecha para que reescriba nuevamente la historia y nos borre del mapa político por cien años más, convirtiéndonos nuevamente en especie en peligro de extinción.