Revista Educación

Ser demócrata

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Ser demócrata

Hace cuatro años escribí este texto que rescataría hoy con mínimas adaptaciones. Decía más o menos así...

Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, decía la letrilla de la popular Zarzuela. Con ellas avanza un mundo cada vez más tecnificado, y la actualidad se deteriora y se convierte en pasado remoto en cuestión de horas. ¿Cómo acordarnos de que ya llevamos cuatro décadas de democracia cuando nos olvidamos de lo que ocurrió diez tuits más arriba? Esta actualidad de usar y tirar parece que también se instala en las instituciones, y hoy muchos creen erróneamente que la democracia se puede manejar de cualquier manera. Como no nos gusta que el resultado de un referéndum sea un sí, pues convocamos otro para dar un no. Como los partidos políticos no se ponen de acuerdo después de unas elecciones, pues convocamos otras para ver si lo hacen. ¿Realmente nos creemos que un tuit o un meme son toda la información? Amigo, 240 caracteres no son más que dos frases que pueden resumir parte de la verdad, pero pueden ser una mera opinión que nos empeñamos en engrandecer como si fueran el mundo en una pantallita. Tiene que haber hueco para la reflexión, por narices tiene que haber mucha más elaboración y hasta más artesanía mental incluso en las opiniones. El último grito es cargar contra la democracia, contra tu prójimo -que es tan elector como tú lo eres- y contra tu propio país. "País de pandereta", "país de anormales", "país de borricos"... Y la mejor que he podido leer hasta la fecha es un "qué pobre eres, España". ¿Perdón? ¿A qué España nos referimos? Quizás a esa España que garantiza que estudies gratuitamente hasta los 18 años, o a esa que vela por tu salud desde que naces hasta que mueres, o a la que te proporciona carreteras, puentes, aeropuertos... ¿Ese es el país de borricos, tan pobre y tan de anormales? España eres tú y lo soy yo, del mismo modo que Canarias somos todos y no se es más canario por decirlo. Ciudadanos de un mismo mundo, sin razas, credos ni banderas, que a veces nos olvidamos de qué significa y qué nos reporta ser parte de la "aldea global". En esa memoria cortoplacista de la que hablaba, se nos olvida que hasta hace poco más de cuarenta años todavía vivíamos en dictadura, y olvidamos que antes de esa dictadura vivíamos amarrados como si fuéramos cosas a la tierra que trabajábamos o la industria en la que producíamos. y ya puestos a olvidar, olvidamos que esa es la realidad que se respira en pleno siglo XXI en la otra orilla del océano... Aquí y ahora tenemos derecho a decidir. Tenemos derecho a reflexionar sobre lo que decidimos, llámese España o tenga el nombre de Canarias o sea cualquier calle de nuestra ciudad. Lo único que espero es que dejemos a la democracia, a las instituciones y al ESTADO DE DERECHO funcionar. Juego de Tronos, House of Cards y demás historias nos han confundido y pensamos que aquí alguien gana o alguien pierde, y no es verdad: Después de unas elecciones ganamos y perdemos todos por igual. Solo hemos perdido si no somos capaces de dialogar y de llegar a acuerdos, no sobre personas ni sillones, sino sobre empleo, educación, sanidad, vivienda, pensiones, infraestructuras... Diálogo, diálogo y, después, más diálogo.

Así terminaba aquel artículo que escribí después de unas elecciones generales repetidas, soñando con un diálogo que hoy sigue siendo excepción.

Por eso me admira saber que cinco partidos políticos han estampado sus firmas en un documento con medidas para reconstruir la ciudad de Madrid. Estoy orgulloso de que varios de sus antiguos alcaldes avalen esos Acuerdos de la Villa, después de un mes de diálogo entre concejales de igual a igual, y muy feliz de que la capital de España vuelva a dar ejemplo de convivencia y democracia cuando creía que estas palabras ya no significaban nada. Los vecinos y vecinas de Madrid, el futuro de millones de personas, por encima de todo.

A ver si muchos más siguen el ejemplo y salen del carril de sus ideologías o de la dictadura de sus propios intereses. Están política y moralmente obligados con la ciudadanía.

Gracias, Madrid.


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