Poner a los cimientos en su lugar
La primera incongruencia que arruina a la educación emprendedora es el errático diseño instruccional que procura estimular la naturaleza emprendedora mediante contenidos y metodologías para formar competencias profesionales para crear y gestionar empresas.Siempre he tratado desde varias perspectivas y en diferentes escenarios, trazar las diferencias conceptuales que existen entre “espíritu emprendedor”, “competencia empresarial”, “comportamiento fundador” y “cultura emprendedora” para explicar el conjunto de factores que favorecen la naturaleza emprendedora de los estudiantes, especialmente en el nivel universitario y participantes en trayectos de formación y/o perfeccionamiento profesional.
Ahora bien, es frecuente que cuando se habla de “personas emprendedoras” se piense en términos de competencias para emprender la creación de empresas, sin considerar que se pueden crear y gestionar empresas con razonables expectativas de éxito con sólo tener “el conjunto de conocimientos y capacidades que permiten el ejercicio de la actividad profesional conforme a las exigencias de la producción y el empleo” (Ley Orgánica 5/2002 de 19 de junio, de las cualificaciones y la formación profesional), sin tener suficientemente desarrolladas las características generales del comportamiento emprendedor.
Una persona con una capacidades intelectuales y emocionales “normales” podría aprender a desempeñar todas las competencias incluidas en las “familias” del “catálogo de cualificaciones profesionales” como “Administración y gestión” y “Comercio y marketing”, además de cualquiera de las otras 24 “familias” para saber las operaciones necesarias de la empresa que crea y/o gestiona. por ejemplo: “Edificación y obra civil” o “Artes gráficas”.
Pero aprender y saber desempeñar estas competencias no supone que esa persona sea visionaria, sensible para anticipar tendencias, asuma por sí misma la iniciativa para transformar demandas detectadas en negocios, aventurarse a la exploración de nuevas maneras de hacer las cosas o pasar los límites que otros no lo harían porque no está estipulado en las normas establecidas.
El ser emprendedor no es una competencia: es una naturaleza, una necesidad auto inducida de autonomía para tomar decisiones que afecten positivamente sobre su propia vida y la de las personas con las que interesa convivir y atender.
El “ser emprendedor” se puede analizar y explicar a través de un conjunto de características de comportamiento. Se trata de un rasgo inherente a la naturaleza humana.
Fortalecer esa naturaleza, es la base necesaria para aprender, ejercitar y desempeñar las competencias para emprender la creación y gestión de emprendimientos.
Para estimular y facilitar el aprendizaje de las competencias para emprender, primero es necesario estimular la comprensión y estimular el ejercicio de los rasgos de comportamientos de la persona emprendedora que median para poder vincular, con razonable expectativa de éxito, a las ideas con los mercados.
Así, podemos ver que existe un paso requerido previo de estimulación actitudinal para, luego, poder modelar las competencias empresariales.