En cierta ocasión y en una conversación banal, hablé de los escritores y lo hice en primera persona del plural. Mi interlocutor, lector habitual de mi blog, se sorprendió de que yo mismo me considerase escritor y quiso ver en ello un rasgo de vanidad, e incluso de soberbia. No niego ninguna de las dos cualidades y paso por alto el que suela opinar de mis entradas que están muy bien, lo que quiera que signifique eso. Pero veamos que es ser escritor.
Dice el D.R.A.E.:
escritor, ra.
1. m. y f. Persona que escribe.
2. m. y f. Autor de obras escritas o impresas.
3. m. y f. Persona que escribe al dictado.
4. m. y f. ant. Persona que tiene el cargo de redactar la correspondencia de alguien.
En la primera acepción, suponiendo que sea persona, que para alguien pudiera ser mucho suponer, y siendo evidente (lo estoy haciendo ahora) que escribo: Et voilá! soy escritor.
Segunda acepción. Tengo obra escrita, este blog y algún que otro foro no me dejarán mentir, e incluso tengo obra impresa, me consta que algún lector del blog ha volcado a la impresora alguna entrada: ¡Helo ahí! escritor de nuevo.
Tercera acepción. Muchas, demasiadas, de las entradas de este blog, están escritas al dictado, de la actualidad, de la estupidez humana, también de la bondad, e incluso de la inteligencia, ajena, por supuesto, no hay que regodearse en la vanidad: ¡Eureka! escritor otra vez.
Cuarta y última del D.R.A.E. De manera ocasional, bien es cierto, me encargan redactar correspondencia, ergo… nuevamente y por cuarta vez consecutiva: escritor.
El bueno de Covarrubias en su Tesoro dice sobre el hecho de escribir:
Escribir, algunas veces sinifica fabricar obras y dejarlas escritas e impresas, de diferentes facultades; y hanse dado tantos a escribir que ya no hay donde quepan los libros, ni dineros para comprarlos, ni hay cabeza que pueda comprehender ni aun los títulos dellos. Verdad es que muchos no escriben sino trasladan, otros vierten y las más veces pervierten. Hácennos dejar las fuentes claras de las diciplinas, y vamos a beber sus aguas turbias de sus confusiones; haciéndose escuros y escabrosos por encubrir sus hurtos, divierten los buenos ingenios, y no los dejan consistir en lo sólido y necesario, desentrañando la medula de texto en su facultad, que si se estudiase él solo, con luz de algunas glosas breves y ciertas, se sabría de raíz; y así todo es andar por las ramas, entretejiendo unas materias con otras, porque hablastes, como dicen, de escopetas. Algunos de los que escriben neciamente quedan bien castigados, porque gastan su dinero en la impresión, y no se les gasta; otros tienen ventura, que escriben disparates y el vulgo los celebra y gustan dellos…
Después de leído lo anterior, diría incluso que Covarrubias me autoriza más que el D.R.A.E. a llamarme escritor.