Ser feliz era esto, Eduardo Sacheri
¡Otra agradable sorpresa! Después de varios intentos fallidos (un día tendré que hacer una entrada con todas las novelas que han podido con mi paciencia), tuve la suerte de encontrarme con Sofía y Lucas, los protagonistas de esta deliciosa historia.
Sofía es una chica de 14 años que queda huérfana de madre. Y de la noche a la mañana, se planta en casa de su padre, Lucas, que desconocía su existencia. Ambos tendrán que reubicarse en esta nueva condición. Esta es la preciosa historia de esa adaptación, contada desde la perspectiva de Sofía, una adolescente fuera de lo común.
Lo más cautivador de la novela es la sencillez de la narrativa, la habilidad del autor para contarnos lo cotidiano, las ideas que pasan por la cabeza de Sofía. Parece fácil cuando lo lees pero, por lo menos para mí, es muy difícil plasmar en el papel con naturalidad esa inmediatez del pensamiento.
“Siempre le pasa. O a veces. Esto de que cuando hay algo importante que le sucede, pero en lo que no quiere pensar, le viene a la cabeza algo que es una estupidez, comparado con eso en lo que tendría que pensar”.
Los diálogos son muy vivos, muy rápidos e irónicos. Padre e hija establecen una dialéctica muy íntima y especial que será clave para cimentar la nueva relación.
“-¿Siempres sos rara, o conmigo hacés un esfuerzo de “rareza”?
Sofía no contesta. No se enoja porque él no se lo dijo como una crítica. Tampoco como una burla. Fue casi como un elogio.”
Sofía está llena esas emociones de la adolescencia, como una olla en ebullición, con todas sus contradicciones y arrebatos emocionales. Pero me gusta el respeto con que trata el autor al personaje, sin menospreciar sus ideas o comportamiento por el hecho de no ser una adulta.