Sigue…
Al fin y al cabo, ¿qué es ser feliz? Ser feliz significa vivir la vida sin miedo, aceptando la realidad tal como es y buscandole el verdadero y profundo sentido a lo que surge paso a paso. Eso es, sin más, confiar en la vida y en la capacidad que cada uno tiene de aceptar la realidad… y mejorar en ella. Por el contrario, no aceptar la realidad y no ser capaz de encontrarle sentido a lo que en ella ocurre, nos hace sufrir. Y, aunque en la vida hay momentos de alegría y de sufrimiento a partes iguales, con sentido todo nos sirve para vivir y aprender, viviendo.
Si uno no es capaz de encontrarle el sentido a lo que vive, siente como si todo estuviera en contra suya, impidiéndole sentirse feliz y, como consecuencia, compartir su felicidad con los demás! En ellos solo ve amenazas y se siente vulnerable, así que cualquier circunstancia que aparece en su vida la vive como una adversidad. Así, demasiadas personas viven una vida a medias, atemorizadas ante lo nuevo o inesperado que llega y, por tanto, sin ser capaces de disfrutar de las oportunidades que la vida nos regala. El miedo genera miedo! ¿Cómo entonces se puede compartir así la felicidad? De esta manera se comparten miedos, recelos ante la vida y lo que nos une no es el amor, sino el miedo mútuo! Y, como suelo decir, o hay amor o hay miedo… ambos no saben coexistir!
Yo mismo tardé tal vez demasiados años en dejar de sentir miedo, los suficientes como para no sentirme feliz, ni compartir mi felicidad, ausente! Sobrevivía y me proponía firmemente buscar el lado positivo de lo que vivía, pero ni me gustaba mi realidad ni mucho menos era feliz en ella, pues bastaba cualquier acontecimiento imprevisto en mi vida para que, una vez más, me sintiera mal o desdichado! Seguramente nadie me enseñó mi derecho -y mi deber, por qué no admitirlo- a ser feliz! Buscaba una felicidad solo soñada… y siempre escapaba de mis manos, cuando creía encontrarla. Se trataba de un espejismo, una ilusión… inalcanzable! Llegué incluso a pensar que mi problema era no ser capaz de vivir la felicidad y que tal vez no merecía sentirla. ¿Qué se metió -o inocularon los que sobre el papel me querían- en mi mente, cuando era niño y empezaba a vivir mi vida? Con un poco de esfuerzo y resignación, con los años aprendí a vivir relativamente bien, sin ella…
Seguirá…
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