“La técnica artesanal no se imponía incondicionadamente sobre los entes; los respetaba. Para el hombre actual aparece de otra manera el campo, que el campesino antiguamente labraba, en donde labrar aún quiere decir: cuidar y cultivar. El hacer del campesino no provocaba al campo. Al sembrar las simientes, abandonaba él la siembra a las fuerzas del crecimiento y guardaba su germinación. La agricultura es ahora, por el contrario, industria motorizada de la alimentación, esto es, un exigir que pone el campo como algo meramente explotable y que impulsa la mayor utilización de él que sea posible, con el mínimo, esfuerzo, y sin tenerle mayores consideraciones”.
He extraído esta cita desde la magnífica obra de Martín Heidegger Filosofía, ciencia y técnica porque me parece que utilizando un lenguaje certero y directo nos llama la atención desde el pasado para advertirnos sobre nuestra sordera. No le hemos leído con cuidado. Pero hoy propongo que lo hagamos, que reflexionemos cada una de las palabras que esta cita incluye porque tenemos mucho que pensar, hay una inmensa tarea pendiente y no hemos sido tan responsables con el estudio y la reflexión de los conceptos que sustentan las demandas que le hacemos a la tierra.
Quiero, a través de este artículo, invitar a los lectores a pensar. Sólo eso. No tengo las respuestas. Martín Heidegger tampoco las tenía, pero las buscaba, indagaba a fondo para permitirnos ver el mundo desde su visión y su entusiasmo, descubrir lo que está sucediendo frente a nosotros e ignoramos. La labor del filósofo es la más sencilla y compleja a la vez: desvelar el problema, tratarlo con cuidado, examinarlo desde diferentes perspectivas, pero no resolverlo. Eso déjenselo a los semidioses. Los filósofos apenas pueden pensar y pensar para que otros piensen. Por eso es un saber inútil. Por eso se quiere retirar la filosofía de los currículos escolares, por eso nos obligan a abrazar el pensar calculante como si fuese el único camino posible. No nos dejan alternativa: la periferia es el sitio donde los filósofos deben desarrollar su tarea, no deben ser ya parte de la polis porque en cualquier momento sacan su arma, el pensamiento, y comienzan a desvelar lo que subyace a lo cotidiano y, capa a capa, van descubriendo lo que estaba oculto (que suele ser más importante que lo obvio).
Pienso hoy más que nunca en esa cita de Heidegger porque los gobiernos del mundo quieren prescindir de la filosofía para las jóvenes cabezas de nuestros niños, pero sobre todo para las errantes almas de nuestros ciudadanos. ¿Qué hacemos con la técnica? Todos hemos dejado de ser ese campesino del que habla Heidegger, ya no guardamos la germinación, la maravilla de la vida que se da una oportunidad para sorprendernos con la belleza insoportable de nacer y llevar a cabo una vida. Hemos destrozado el campo, hemos construido urbes nocivas, contaminadas, enfermas. Nos hemos alejado del ser. Guárdame en ti, le ruega el poeta Raúl Zurita a su amor. Pero no pide el poeta ser guardado como un recuerdo, una reliquia o una bella ensoñación. El poeta pide ser guardado como un precioso ser que merece cuidado, respeto, cariño, compañía. Se refiere a ese guardar del campesino que espera, que custodia, que pone su ser en alquiler con tal de velar por el desarrollo completo, a tiempo del otro.
Nos hemos olvidado de guardar, de tener en nosotros a la otredad que nos complementa. Por eso hemos creado la agricultura del desastre y la depredación. Por eso nos hemos olvidado del ser y hemos emprendido camino hacia la destrucción. Son tiempos complejos, pero aún estamos a tiempo, tengo fe en la humanidad porque ya lo decía el poeta de lo divino Hölderling “Pero donde está el peligro, crece / También lo salvador”. Podemos crear mil formas de salvación, la filosofía nos ayuda a profundizar a ir tras la luz que desvelará lo oculto. Por eso, desde mi pequeña trinchera, pido humildemente a la humanidad que pudiendo elegir la salvación, no escojamos destrucción. Que pudiendo leer y reflexionar, no elijamos ignorar y descansar.
Por Cristal