Revista Cultura y Ocio
Una concepción errónea de la libertad mueve a los materialistas a negarla.
Ser libre es representarse, juzgar y ejecutar todo aquello que no está sujeto a la necesidad. Así, sería vano querer obrar algo que sucederá de todos modos, quiéralo yo o no, siendo mi voluntad un añadido superfluo y un fatuo vocero del efecto en lugar de su verdadera causa. Mas si se quiere lo que no sucederá salvo que se quiera, entonces la voluntad no carece de consistencia.
Para que la voluntad sea libre basta con que sea. Es una quimera pretender que la voluntad se desee antes de ser, como causa de sí misma. Lo necesario carece de causa, y es necesario, por el principio de identidad, que lo que es sea lo que es. Es correcto decir: Esto es necesario y sucederá lo quieras o no. Pero es incorrecto decir: Que quieras esto es necesario y sucederá lo quieras o no.
Por lo demás, constituye una falacia argumentar que, puesto que yo no decido mis inclinaciones, éstas deciden por mí. Una representación o un deseo no son todavía una acción hasta que atraviesan la aduana del juicio. Si hago algo porque juzgo que me conviene, y no me engaño, lo haré libremente. Aquello a lo que la naturaleza me incline carece de jurisdicción sobre aquello que mi razón determina, y si bien podrá predisponerme a juzgar antes que a abstenerme de ello, no podrá persuadirme contra toda evidencia a juzgarlo verdadero antes que falso.
Por tanto, si se quiere algo, se juzga conveniente y se hace, se es libre.