Reconozco que desde que nació mi pequeña bombón no sentí aquello que tantas madres describen, ese enamoramiento a primera vista. Sin embargo con el paso del tiempo... vamos si la quiero!! la quiero tanto que... ser madre duele.
Hay madres que se enamoran nada más ver a sus bebés, otras no, y no por ello son peores madres porque tarde o temprano el vínculo se forja y dura para siempre.
Ese vínculo es como quien tiene un poder o un don que consiste en una devoción absoluta, un amor capaz de poder con cualquier prueba de fuego, una fuerza sobrenatural, una paciencia casi ilimitada, un coraje que ni el más valiente guerrero, una sonrisa disponible 24×7, etc, todo ello a cambio de un amor incondicional pero todo gran poder tiene un punto débil... y es que el amor que sientes hacia tu hijo es directamente proporcional al daño que puedes sufrir por el mismo.
Y hasta que me ha tocado pasar por una situación concreta, no deseada, no he sido realmente consciente de que ser madre duele, duele a rabiar.
Todo comenzó sabiendo que tendrían que operar a nuestro bomboncito cuando llegara a su edad actual, más o menos, ya que tiene una hernia umbilical de nacimiento, pero todos los miedos y sombras surgieron cuando en la última revisión la cirujana me dijo que la operarían de inmediato. ¿Cómo que de inmediato? ¡Dame tiempo para asumir la noticia!
Ese día estuve en shock, no podía pensar ni razonar. Mi cabeza estaba en blanco y la única capaz de cambiar ese estado era mi pequeño bombón, lo cual lo empeoraba porque tenía que esconderme mientras lloraba. No podía evitarlo. La miraba y me daba una pena y un dolor tan grande que tuviera que pasar por una operación... Sí, la operación en sí era "una tontería", pero era bajo anestesia general, podían haber complicaciones y ese miedo no me lo quitaba nadie del cuerpo. Ser madre duele, cuando te tocan lo que más quieres.
Y llegó el día de la operación. Ella insconcientemente feliz y tranquila. Yo con un nudo en el estómago que me impedía hasta respirar. El padre serio y atacado.
Se la llevan a quirófano, ella, tranquila, pintando y enseñándoles a las enfermeras sus dibujos, sin percatarse que ya no la acompañábamos. Un alivio ver que se va feliz. Y toca la espera.
Esa interminable hora de espera. Ya sé de donde viene eso del que espera desespera. Y como buen culo inquieto que soy, entré varias veces a preguntar por mi hija, en las que me dijero lo típico, "ya saldrán cuando terminen a contarte como ha ido todo". Sí, lo entiendo, pero necesito saber cómo va todo. "Ya le hemos dicho que saldrán, espere a que les llamen".
Hasta que en una de mis entradas me cruzo con la cirujana y ante mi desesperación, sin apenas cambiarse, nos cuenta cómo fue todo.
Ya podemos pasar a verla, pero solo un adulto por paciente. WHAT?? WTF?? ¡¡Tiene 3 años!! ¿No podemos ir los dos? No, normas del hospital.
Me cag* en las normas del hospital.
Así que entro yo la primera y la veo dormida y mis lagrimas comienzan a brotar. Ser madre duele.
Una enfermera, desde lejos, me dice "mujer, que lo primero que vea no sea a ti llorando"... Ah vale, se me había olvidado que soy un jodido robot y no he de sentir nada y mucho menos demostrarlo delante de mi hija. Gracias, amable enfermera.
Luego entró el padre y a mí me echaron. Normas del hospital.
Y se despertó. Entonces entré de nuevo, estaba muy dolorida, no había forma de calmarla, así que le puse sus canciones favoritas en el móvil y así conseguí distraer su dolor. "Móviles no, normas del hospital", me espetaron. Muy bien, apagué el móvil y volvieron los llantos. Entonces se acerca una simpática enfermera y me dijo que le dejara el móvil, que entendía que era muy pequeña y que no comprendía el elegir a un único adulto. Por fin, ¡¡alguien con empatía!!
Tras un rato, fuimos a la habitación. Ahí, ya noté un alivio en el nudo del estómago. Luego, tras un buen rato, por fin, pudimos irnos a casa. Esa noche durmió con nosotros en nuestra cama y la siguiente...
Y es cierto que ser madre duele. Un ser querido duele, pero si es tu hijo aún más. Es una impotencia ver que no puedes hacer nada mientras lo pasa mal cuando tú serías capaz de bajarle la luna si hiciera falta. Y sé que lo que nos ha pasado es algo muy común y nada grave pero no se lo recomiendo ni a mi peor enemigo.
Entonces pensé en todas esas familias que tienen algún peque enfermo u hospitalizado y los admiré, porque hay que ser muy valiente para soportar semejante dolor, para ser robots y tener esa entereza y fortaleza, para no decaer ante ese estado, etc.
Desde aquí mi más sincera admiración, porque sois los verdaderos luchadores.