Una vocación. No puede haber ninguna palabra, sentimiento o sentido que defina mejor qué es ser maestro. No se trata de una simple profesión, en la que estudias durante tres años diversas asignaturas generales, y te especializas. Ni lo tienes todo dado con el título, sino que, si realmente la tienes -vocación-, seguirás formándote. Porque dar clase, tanto a niños como a adolescentes o incluso a mayores, no se trata de "soltar el rollo", sino de hacer pensar, sentir inquietudes por el cómo y el porqué, querer ser mejor persona y seguir buscando la mejoría. Ser maestro no es una carrera de obstáculos, sino una carrera de fondo.
Si echas la vista atrás, recordarás a más de un profesor que se ha interesado por ti; por ti como persona y no sólo por tus resultados académicos. Tendrás a más de un maestro que te ha animado a conseguir objetivos, a preguntarte el porqué de las cosas, o te abrió los ojos sobre tus conocimientos.
Un maestro motiva, un maestro conoce, un maestro busca la manera de enseñar más adecuada a sus alumnos. No basta tener la guía del profesor abierta mientras "das la lección", sino que buscas, te informas, buscas el sentido de la clase, y tratas de encontrar ejercicios y prácticas que permitan que la enseñanza que estás dando, se quede guardada en los conocimientos del alumno.
Ser maestro es gratificante cuando un alumno no aprueba porque se sepa la lección de memoria, sino porque ha sabido resolver un problema utilizando sus conocimientos y aplicarlos a una situación determinada.
Ser maestro es gratificante cuando una madre de alumno te escribe una nota diciéndote que su hijo ha mejorado mucho en la asignatura que impartes y que presta más atención en clase.
Ser maestro es gratificante cuando al cabo de unos años, te encuentras a un alumno y te recuerda.
Yo... Adoro ser maestra.
(continuará...)