Revista Opinión

Ser nazareno

Publicado el 23 mayo 2015 por Franky
SER NAZARENO La devastación se encarama hasta nuestra presencia; mafias execrables, gentes carcomidas por la perversidad y el bufido brutal de la irracionalidad han decidido diabólicamente cortar el pulcro hálito de la vida humana; y, en su fanático y necio odio, arrasan la cultura y destruyen los vestigios valiosos de un "pervivente" patrimonio histórico. Una rara y grave vileza recorre las venas de pueblos refinados, que con la conciencia adormecida, no parecen sentir las noticias horrendas de crímenes de "nazarenos" crucificados, degollados, quemados y decapitados atrozmente; ser cristiano en ciertos países lleva a la muerte ignominiosa; señalan sus casas con la N de Nazareno y son pasto del terror, de la inquina y la intolerancia de la sangre y las llamas. Mientras, las naciones civilizadas están en sus leyes y derechos humanos, en sus negocios y en la administración de las pateras; la Europa Cristiana de la fraternidad y de la riqueza desigual, en su silencio del bienestar, no se da cuenta del peligro que corre, tras haber dejado entrar esa parte de inmigración que no se inserta, forma guetos y sigue con sus hábitos y costumbres. El exterminio se ha asentado en extensas zonas; sanguinarios del yihadismo siguen los dictados del maligno; sus manos diabólicas siegan la vida de hombres mujeres y niños sin compasión; la bestia ha impuesto su tiranía de abatimiento, ruina y desolación. Pero nosotros estamos a salvo, !por ahora! Aquí, nadie protesta ni se da por enterado. La gente está en sus diarios quehaceres y no se entera, no sabe que eso sucede y quien lo oye lo ve muy lejos. Ojos que no ven corazón que no siente, dice el refrán. Nosotros también estamos en peligro. El Islam exige la conquista y conversión de los infieles. Se han acomodado en nuestras ciudades, pero sin integrarse, siguen sus hábitos, desprecian nuestra cultura; recuérdese ese yihadista, armado hasta los dientes, que por televisión dijo que "Al-Ándalus es la tierra de nuestros abuelos y por tanto nos pertenece y vamos a por ella". Y Al-Ándalus, se sabe, no es sólo Andalucía, llegaba hasta la cuenca del Ebro y en principio, hasta el Sur Francés.

Hoy asistimos a un genocidio que avanza y se extiende por lugares geográficos diversos; el fanatismo tiránico y sectario de la yihad no permite la existencia de los cristianos. Son ya varios miles los que han sucumbido de manera cruel por sus perseguidores, mayoritariamente islamistas y muchos obligados a abandonar su casa y su país; son un tipo de purgas colectivas, que, en este siglo XXI, ha aparecido rabioso con su carga de extermino y muerte terribles;el rechazo y el odio, sin embargo, siguen siendo los mismos. Esta actitud y saña se combinan con la de los cristianófobos de turno, cuyo contingente crece en Occidente, donde oímos discursos y proclamas modernas acerca de la dignidad, los derechos y la libertad humana. Pero, la lesión moral que le posee hiere y está presente día a día.

De este modo, peligrosamente, casi sin percibirlo, se viene dejando notar en la mentalidad popular, una indolencia creciente ante el sufrimiento ajeno, incluso el más cercano, que aviva el procedimiento que nos arrastra de modo veloz a una cruel y paulatina insensibilidad, precisamente cuando más se reclama la humanización, solidaridad y entrega del hombre. Por fortuna, existen aún muchas criaturas, comprometidas con los derechos y carencias del prójimo, llenas de sensible bondad y misericordiosa entrega, que muestran otro hacer y pensar distintos y ello nos reconcilia, en cierto sentido, con los seres sumidos en el dolor.



C. Mudarra



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