Revista Opinión

Ser o no ser (artista).

Publicado el 19 diciembre 2019 por Carlosgu82

Alguien se preguntó, en cierta ocasión, sobre el motivo que llevaba a algunos pintores a realizar obras imaginativas y abstractas, pudiendo copiar a la naturaleza; esto me hizo reflexionar. A pesar de mi animadversión por las críticas negativas ajenas al propio artista, consideré este cuestionamiento como un elemento clave, en la propia teoría del arte.

Y es que, sin introducir el problema de la autonomía del arte durante el siglo XX, la verdad es que, desde que el movimiento impresionista comenzó a poner en valor conceptos como el color, la luz, la composición… aumentando su protagonismo en demérito de otros elementos más tangibles, como la forma, la línea o la perspectiva, fue como si se destapará el tarro de las esencias para muchos artistas.

Yo me planteo, contrariamente a la pregunta retórica expuesta, lo siguiente: ¿por qué pintar lo que tenemos presente de una forma “perfecta”, lo que no puede llegar a atraparse ni si quiera con una imagen realista, sea ésta de carácter fotográfico o pictórico? “La realidad supera a la ficción”, es ésta una frase hecha que se adecua bien a este problema.

El arte es una ficción, sea éste de carácter realista, abstracto o cubista (aunque se hable de presentación en este último caso). Se trata, en todo caso, de una construcción, de un artificio, desde el momento en el que la voluntad humana interviene sobre la materia. No hay que olvidar que el arte no deja de ser un juego y que, como tal, no se le puede imponer límites, como puede ser el de la mímesis.

Su función, si es que posee alguna, podría ser la de despertar de su letargo eso que llaman “imaginación” (algo que aún no he podido averiguar en qué consiste realmente). Existen abundantes teorías por las que se ha demostrado que todos podemos ser artistas, estoy de acuerdo con ello (al margen de gustos estéticos), pero tropezamos con el eterno temor (dentro del elitista mundo del arte), de que el aura del artista se pierda, en tal caso.

Esto nos llevaría a otro problema bastante común entre los que se dedican a estudiar socialmente todo lo que se relaciona con el éxito del artista. ¿Cuáles son los criterios para encumbrar a uno y no a otro artífice?, ¿es la calidad de la factura, la trayectoria estilística o la capacidad de romper con lo establecido lo que encumbra a un individuo y no a otro?, o ¿son intereses extraños a la propia crítica artística, los que acaban inclinando la balanza hacia un lado y no hacia el otro, intereses que se nos escapan a la mayoría de los mortales? dejo esta puerta abierta para retomarla, quizás, en otra ocasión.


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