Revista Educación

Ser o no ser popular: He ahí el dilema

Por Ronald Ronald Araujo @araujoronald

Para los adolescentes, la popularidad es una necesidad vital y los colegios son el campo de batalla en el que compiten -o sufren- por alcanzarla. Los especialistas advierten sobre la estela de exclusión que está dejando esta práctica


Ser o no ser popular: He ahí el dilema

"En el liceo de un lado están los cool, los que están en todo, y del otro, los nulos, los 'equis'"

. Las palabras son de Samuel Mariño, adolescente de 16 años, quien comenzará en breve su último curso de bachillerato. Su frase resume la realidad de muchas escuelas secundarias venezolanas, la de una segmentación que nada tiene que ver con secciones, intereses o edades sino con otro atributo: la aceptación social. Samuel se considera a sí mismo popular, algo que, dice, se ha ganado trabajando año a año. "Soy un chamo que resalta, canto en un grupo, practico la fotografía, soy muy extrovertido y me gusta estar en todo, participar, mezclarme con la gente, dar mi opinión y ser tomado en cuenta. Ser popular es vital porque te conviertes en el centro de atención, todos quieren estar contigo. Los populares son los líderes que los demás siguen".

Melanie Ramírez iniciará ahora el noveno grado y se ve a sí misma como alguien incluido. "Yo hablo con todo el mundo, me buscan, me respetan, pero no soy de las que todo el colegio saluda". Aunque el tema no le quita el sueño, reconoce que la popularidad es fundamental en la vida cotidiana de su escuela. "Si eres popular, tienes más amigos y eso hace que amplíes tu círculo. Por eso mucha gente lucha por ser popular: para encajar en el grupo".
Precisamente encajar es el verbo más conjugado por los adolescentes. Así lo plantea Cristina Otálora, investigadora del Instituto de Psicología de la Universidad Central de Venezuela. "Para ellos es muy importante ser aceptados por la gente de su edad, porque se les despierta el deseo de separarse psicológicamente de sus padres. En la niñez los progenitores son su punto de referencia, pero en la pubertad los muchachos buscan otro espejo donde mirarse, piensan según lo que les plantean los que son como ellos y por eso quieren ser admirados o aceptados por el grupo"
A esto hay que sumar patrones culturales. Estudios cualitativos realizados desde hace 10 años por la encuestadora Datanálisis revelan una constante: ser incluido y respetado por los demás es el valor más importante para el venezolano (por encima de la honestidad o la lealtad) y la popularidad es la meta de muchos, especialmente de los púberes. "La sociedad de nuestro país es grupal y para la gente la gran aspiración es ser aceptada -afirma Luis Vicente León, director general de la firma. Esta realidad se amplifica aún más en los adolescentes, porque están en una edad en la que son más vulnerables a la mirada del otro y, por su personalidad en formación, son proclives a supeditar sus propios pensamientos y gustos con tal de pertenecer a un grupo que los apoye, que los represente o incluso los proteja". Por eso, en la secundaria, construir relaciones sociales se convierte casi en un juego de estrategia en el que no sólo la empatía y la afinidad son suficientes para entablar nexos. Melanie siente que cuando entró al bachillerato perdió un poco de la inocencia con la que de niña conseguía amistades. "En la primaria era diferente porque simplemente te acercabas a otro niño, le preguntabas si quería jugar y punto. Ahorita tienes que evaluar la personalidad y el aspecto del otro. A veces es tanta la importancia que, si a un chamo lo ven hablando con otro que es 'nulo' , lo critican. Es muy poca la gente que se atreve a hablar con el que no es popular, porque se arriesga a ser separado por el grupo".
Ella misma ha visto cómo el tema ha acabado con amistades. "Hay gente que cuando entra a bachillerato se asocia con personas que antes ni siquiera trataba y para ser aceptada deja de saludar a sus anteriores 'panas'. En esos casos, es muy común que los acusen de 'cambia amigos'. Algunos, simplemente, dejan todo atrás con tal de ser populares o estar cerca de ellos".
"La escuela es como una selva", dice contundentemente Samuel. "Y en la selva sobrevive el más fuerte". Con la sabiduría de la propia experiencia, este púber sostiene que la popularidad es un elemento imprescindible para sobrellevar los años del hervor de hormonas. "Una persona abierta y segura de sí misma tiene más posibilidades de ser aceptada y encajar. Si eres introvertido difícilmente puedes desarrollarte dentro del grupo. La adolescencia es una guerra y para ganar la batalla hay que armarse de un carácter atractivo y resaltante que te permita lidiar con toda la gente y demostrarte a ti mismo que puedes lograr lo que quieres. A veces me ha ocurrido que, por ser popular, le pido a alguien que haga algo por mí o me consiga lo que necesito y lo hace. Y ese es el beneficio principal, porque todos quieren quedar bien contigo".
Según los estudios de Datanálisis es precisamente la necesidad de imponerse sobre el grupo la razón por la que la popularidad es tan valiosa para los adolescentes. "La popularidad es el extremo de la felicidad entre los jóvenes -apunta Luis Vicente León- porque significa poder. Cuando muchos quieren estar contigo y están pendientes de lo que haces, inmediatamente te conviertes en líder, amplías tu radio de influencia y no sólo decides lo que es bueno para ti sino lo que deben hacer los que están a tu alrededor. Incluso, a esa edad la popularidad suele darles más opciones con sus pares del sexo opuesto, quienes suelen decir que se sienten atraídos por el que destaca, por el carismático".
De acuerdo a los psicólogos, aspirar a la popularidad tiene su lado positivo, pues contribuye a fortalecer ciertos rasgos de la personalidad. "Buscar ser aceptado o admirado por el grupo le da al muchacho confianza en sí mismo -apunta Otálora-, fortalece su autoestima y mejora su capacidad de relacionarse con otros a partir del afecto, de intereses y valores compartidos. Incluso, lo prepara para afrontar relaciones más serias en el futuro, como las de pareja".
"Al ser aceptado -confirma Melanie Ramírez- te sientes más seguro de ti mismo, los temores de hacer el ridículo incluso disminuyen porque sientes que tienes gente a tu alrededor que te entiende y te apoya. Eso te da confianza".

Autoestima en juego: los riesgos de ser cool
¿Cuál es el perfil de una persona popular en la escuela? En principio, el que destaca y se vuelve referencia. "Cuando se les pregunta a los jóvenes, el liderazgo suele asociarse a muchas cosas -dice León. La popularidad puede lograrla quien sea el más atractivo, el más sociable, el mejor deportista, el que demuestra autoridad, el más fuerte, el más malo, el que conoce a más gente, el que obtiene los pases para todas las fiestas por sus amplias relaciones o el que tiene más dinero".
"Los populares en el colegio son los deportistas, las chamas lindas y los rebeldes que se la pasan raspando -apunta Melanie. Si te portas bien, todo el mundo empieza a señalarte y decirte que eres aguafiesta o 'corta nota'. En cambio, todo el mundo quiere estar con los que se portan mal porque sienten que son lo máximo y hacen lo que quieren sin que los controlen. He visto chamos estudiosos y de pronto bajaron las notas para tener gente a su alrededor".
La alteración de la personalidad es uno de los riesgos que más preocupa a los psicólogos. "Ser popular es un problema cuando el muchacho intenta transformarse en una persona distinta, cuando transgrede normas o agrede a otros sólo para ser bien visto -advierte Otálora. Hay muchachos que entran en drogas o roban para obtener símbolos de estatus importantes en su mundo, mientras hay niñas que se someten a cambios bruscos en su cuerpo por querer parecerse a los patrones de belleza que les imponen sus pares. Y allí hay un problema de autoestima, porque cuando un adolescente busca la aceptación a costa de su propia personalidad, es obvio que no se respeta a sí mismo".
El propio Samuel reconoce que la popularidad le ha generado conflictos internos. "Mucha gente está pendiente de que te caigas para criticarte. A veces de tanto querer quedar bien con los demás no quedas bien contigo mismo".
Según un estudio efectuado en escuelas estadounidenses y reseñado por lanación.com.ar,los muchachos populares suelen ser proclives a problemas de conducta. "Tienen tres veces más posibilidades de beber a los 14 años que los que están fuera del grupo. Ya a los 18 es más factible que cometan actos de vandalismo, fumen marihuana y hurten en los negocios. Resumiendo, parecen ser más vulnerables a la presión y expectativas de los compañeros".
Exclusión y hostigamiento: el costo de ser impopular
Bélgica Sánchez tiene 18 años y en 2009 culminó la secundaria como una de las mejores alumnas de su colegio. Hoy estudia educación musical en el Instituto Pedagógico de Caracas y en el Conservatorio José Ángel Lamas, pero sus años en la escuela no fueron tan exitosos, socialmente hablando. "Soy una sobreviviente a la impopularidad, porque pertenecí a lo que los demás consideraban 'nulos'". Aunque nunca se sintió discriminada por la fortaleza de su autoestima, vivió de cerca la exclusión y el maltrato a los que son sometidos muchos de los muchachos considerados "extraños" o "nerds". "Algunos de mis amigos sí se sentían frustrados porque querían ser tomados en cuenta por los otros y no lo conseguían por más que llamaban la atención".
Las burlas y la agresión, inclusive, física se cuentan entre las cosas que muchos padecieron. "Era común que los golpearan en los pasillos, les pusieran sobrenombres o los pitaran. Algunos terminaban muy deprimidos. Recuerdo que se burlaron tanto de uno de mis amigos que no soportó y se retiró del liceo".
Según Luis Vicente León, en las escuelas están generándose grupos muy bien diferenciados: "Los populares, que son los líderes; los seguidores, que se sienten aceptados por seguir a los populares, y una minoría de marginados a quienes suelen excluir dramáticamente".
Para la psicóloga Cristina Otálora, la discriminación de facto que la popularidad está dejando en las aulas no puede seguir ignorándose. "Está generalizándose la no aceptación del otro por ser diferente, por pensar o vestirse distinto. Y eso es muy grave. La exclusión lleva a la frustración, el resentimiento y la rebeldía. Un muchacho excluido puede deprimirse o retraerse y tener dificultad para relacionarse en su vida adulta. Otros pueden tornarse agresivos. Detrás de las grandes matanzas en escuelas o universidades hay jóvenes rechazados que drenan lo que sienten con la venganza".
Por eso insiste en reforzar la educación en valores. "Hay que recordarles a los muchachos que deben aceptar a los demás con sus diferencias y hay que decirles que son valiosos por lo que son y no por el grupo al que pertenezcan". Otálora también pide a los maestros no dar la espalda al asunto. "Muchos se limitan a lo académico, pero tienen la responsabilidad de formar para la vida. Si un alumno está siendo rechazado, debe conseguir en su maestro un orientador. Hay que ayudar a los jóvenes desde lo afectivo, porque cuando uno les pregunta por qué se sienten mal, insisten en que necesitan respeto y cariño".
Precisamente autorespeto es lo que recomienda Bélgica. "Bastante veces intentaron burlarse de mí, pero siempre reflejé seguridad. Es importante confiar en lo que eres, en tus propias habilidades y en tus propios valores. Los que son muy tímidos terminan reflejando inseguridad y cuando los demás se dan cuenta, se aprovechan de eso". "A mí me gusta ser popular, eso fortalece mi personalidad -agrega Samuel, pero no hay que maltratar a nadie. Cada quien es como es y hay que aceptarlo".
A sus 14 años, Melanie ha encontrado una fórmula para no dejarse arrastrar por este vendaval. "Más que ser popular, lo importante es tener personalidad, porque, al final, de eso dependen tus relaciones en el colegio. Si eres alegre, abierto, creativo, seguro y original en tu forma de ser, la gente va a querer estar contigo. Sin personalidad propia no eres nadie".

Consultado el 24/04/11


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