Revista Infancia
Cuando nos convertimos en padres, nuestro rol en la vida cambia. Dejamos de ser hijos para ser padres...y no siempre es fácil.
Ser padres implica tomar decisiones y asumir responsabilidades. Y esto es algo que cada padre debe hacer por si mismo, centrándose únicamente en lo que considera mejor tanto para su hijo como para el.
En muchas ocasiones, lejos de asumir el rol que nos corresponde,nos limitamos a seguir el camino que emprendieron nuestros padres en nuestra crianza, perpetuando de esta manera tanto los aciertos como los errores. Asumimos como nuestros conceptos e ideas sobre la crianza que no son más que un reflejo de lo que nosotros hemos recibido, viviendo de esta manera una vida que no es la nuestra.
Cuando nos convertimos en padres, debemos recorrer nuestro particular camino hasta llegar a un punto en el que hayamos tomado plena consciencia de quienes somos y que queremos para nuestros hijos. Es un camino transformador y sin retorno, en el que te desprendes de tu antiguo yo para dar paso al padre o a la madre que quieres ser para tu hijo.
Esto implica que, en muchas ocasiones, lo que queremos hacer con nuestros hijos, la forma de criar que elegimos, es diferente a la que eligieron nuestros padres. Y en muchas ocasiones, esto es un foco de conflictos.
Nuestros padres no siempre comprenden que decidamos hacer las cosas de manera diferente, siendo muchos los casos en los que la diferencia es interpretada como una afronta o como un desprecio. Sienten que, si ellos lo han hecho bien con nosotros y nosotros hemos sido felices con la crianza recibida, sería de esperar que siguieramos sus pasos.
Pero no se trata de algo tan simple: en nuestro proceso de maduración nos hemos constituido como personas autónomas, hemos crecido en el sentido pleno de la palabra, tomando nuestro propio camino y desarrollando nuestros propios pensamientos e ideologías. Y sobre estos cimientos crecerán nuestros hijos.
Ahora nos hemos convertido en padres, convirtiendo a su vez a nuestros padres en abuelos y adjudicándoles de esta manera un papel diferente en nuestra vida. Hemos dejado atrás las ventajas y los inconvenientes del hijo, para aceptar las alegrías y las preocupaciones de ser padres.
Y, como padres que han pasado por lo mismo que nosotros atravesamos, deberían comprender que con respecto a nuestros hijos, tomamos nuestras propias decisiones. En algunas cosas coincidiremos pero en muchas otras no y por el bien de todos, tenemos que aprender a convivir con ello, sin perder nunca de vista el papel que debemos jugar, principalmente por el bien de los más pequeños.
Como padres nos equivocaremos, posiblemente mucho, y quizas en muchas ocasiones nuestros padres consideren que estamos perjudicando a nuestros hijos actuando de esta o aquella manera. Pero lo que no deben hacer bajo ningún concepto es tratar de minar nuestra confianza o hacernos sentir que no nos preocupamos por nuestros hijos por el mero hecho de actuar diferente. Nos preocupamos y mucho, por eso estamos dispuestos a enfrentarnos con quien haga falta para llevar adelante aquello en lo que creemos. Por que lo que está en juego no es ni más ni menos que la felicidad de nuestros hijos y para nosotros no hay nada en la vida más importante.
Para poder criar a nuestros hijos junto con nuestros padres, es fundamental que aprendamos a escucharlos y a respetar sus opiniones, pero teniendo muy claro que, como humanos que son, también comenten errores y, por lo tanto, su opinión no es mejor que la nuestra: simplemente es la suya.
Y lo más importante de todo...no tengamos miedo a dejar de ser hijos. Cojamos el toro por los cuernos y asumamos la responsabilidad que nos corresponde como padres. Tomando nuestras propias decisiones,las alegrías serán más grandes y aprenderemos más de los errores.
Si no asumimos esa responsabilidad, estaremos negando a nuestros hijos algo que necesitan y les corresponde: unos padres plenamente implicados en su crianza que, lejos de creerse perfectos, se esfuerzan por ser los mejores padres posibles.