Revista Cultura y Ocio

‘Ser politólogo’

Por La Cloaca @nohaycloacas

Publicado por Pablo González de Rojas

El bueno de Roberto Cerero llevaba un tiempo intentando que escribiera algo para La Cloaca, yo le daba siempre un “sí” pero luego no le presentaba ningún texto. Así que él optó por una estrategia infalible para hacerme escribir: ponerme un artículo por delante y añadir “ansío saber tu opinión”.

El artículo en cuestión era “Yo no soy politólogo”, de Joaquín Saravia, publicado hace unos días en este mismo medio. Yo le contesté que mi opinión sólo podría llamarse “Obviamente usted no es politólogo”, que a Saravia le caía mal Podemos y que escribía relativamente bien, pero que en mi opinión eso no daba para un buen artículo. Estaba dispuesto a escribir una réplica -Cerero se lo había ganado- pero el turno ya estaba dado.

Ezequiel López publicaba días después “¿Qué es un politólogo?”. Poniendo, a mi parecer, más sombras que luces en el debate: escribir un artículo en el cual ni se reflexiona ni se contesta al título. Aprovechando ese vacío argumental y mi antitética posición con Saravia (yo escribo relativamente mal pero soy politólogo) decidí construir mi espacio en esta lid.

Por desgracia, la primera puntualización a realizar es la que separa al político del politólogo, sencilla a pesar de la resistencia de alguno. El Dr. Simón Cosano supone que a quien no la entiende le costará diferenciar, también, a un animal de un veterinario. Un político, en sentido amplio, es un actor relevante de la vida pública: un cargo público electo (senador, diputado, concejal…), el secretario general de un sindicato, el presidente de un partido, etc. Un politólogo es una persona formada en diferentes ciencias sociales (derecho, economía, y sociología, por ejemplo) que se dedica al análisis y la investigación.

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Los tertulianos NO son politólogos

Un politólogo puede ejercer su profesión en campos muy dispares, como puede ser la investigación acerca de sistemas electorales y de partidos, el estudio de la incidencia de una determinada política pública, el asesoramiento en cooperación al desarrollo o las relaciones internacionales. Para saber más basta escribir en la barra de Google (o de cualquier otro explorador) el título de este artículo, “ser politólogo”.

Uno de los oficios que podemos ejercer es el de analista político, que el Sr. Saravia confunde con el de “vulgo tertuliano”. Esa confusión me sorprende, primero porque dice “vulgo” en lugar de vulgar, y segundo porque él podría ejercer de tertuliano (de reluciente barra de bar, todos valemos) pero dudo mucho que de analista político. Me explicaré: argumento y ejemplifico.

La distancia del tertuliano al analista es la que hay entre la opinión y el conocimiento, para largo va el debate doxa/episteme pero creo que alguna nota básica se puede dar: citar fuentes, el rigor, el uso de la argumentación lógica, la coherencia, el saber empírico, y la posibilidad de refutar la teoría, nos acercan al conocimiento; lo contrario es ordinaria opinión.

Uno de los males de nuestro tiempo es haber convertido la opinión pública en monopolio del tertulianismo menos docto: una persona a la cual se le da bien escribir -no en vano, normalmente vive de la palabra- y que tiene cierto carisma, se dedica diaria o semanalmente a malgastar tinta (o bits) narrándonos con un estilo particular lo que piensa sobre nuestra sociedad. Son útiles, al menos aquellos que se caracterizan por su honestidad intelectual, pero no suficiente. Por suerte para nuestro país, cada vez son más los colectivos de politólogos que pretenden destruir ese monopolio: politikon , agenda pública, o piedras de papel, son algunos de ellos.

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Argumentada la diferencia, repaso algunas de las fallas del texto de Saravia: muchos argumentos carecen de sentido o de validez objetiva: “súper profesionalizada clase dirigente”- en un país caracterizado por la poca formación de los políticos y el número de profesionales eventuales. “Previsible explosión de la crisis” – cómo no nos dimos cuenta el resto. “Sesudos y molones politólogos” “el pelo de la dehesa” “y la gente se lo creía, hasta que dejó de creérselo” – sin comentarios.

A ello hay que añadir la falta de rigor léxico: “izquierda agresiva y ultramontana”- No sé dónde ve la agresividad de Podemos (le reto personalmente a buscar políticos con mejores modales) pero me noqueó aquello de ultramontana. ¿Podemos defendiendo al Vaticano por encima de España? Pensé “o se ha vuelto loco o no sabe de lo que habla… bueno, esto no es tan raro en un vulgar tertuliano”. Por cierto, Sr. Saravia, puede usted seguir llevando gafas de pasta y barba, podría incluso votar a Ciudadanos y presumir de ser de izquierdas.

Sin acritud, lo único del texto que creo que no es material para un monólogo, es el tema de la estrategia política. Si bien, parece no descubrir que el adelanto de las elecciones andaluzas es una estrategia bastante mejor lograda: adelantar las elecciones en la comunidad menos “podemista” (dónde el PSOE es más fuerte, Podemos es más débil, y viceversa) y en un momento favorable para Ciudadanos (punto dulce en los medios de comunicación y caída del voto en el PP). Así conseguimos minar la moral del votante de Podemos, y elevar los resultados de Ciudadanos.

El problema que observo en el texto del Sr. López es de credibilidad, desde el primer párrafo que entra en una contradicción lacerante, simplificando dice así:

  1. No sé reconocer un politólogo
  2. Sé reconocer un político
  3. Monedero no me parece un político

 No sé si monedero no le parecerá un político por su formación como politólogo, o por su simpatía hacia él, la cual detalla en el relato del “pobre e incansable intelectual en guerra contra el mundo”. Pero decir que un dirigente de un partido de ese tamaño no es un político… ofende.

Otros argumentos son directamente sentencias sin explicación, las que más me impactan: “la base de la democracia es el referendum” “Un país no es una empresa, ni debería serlo un Hospital ni una Universidad. Pero estas últimas sirven para algo.” “Si un politólogo no sirve para mejorar la política, ¿qué sentido tiene la universidad?”.

También hay dos temas de especial interés y acierto, el establecimiento del tipo de cambio a “un estornudo de Errejón por tres cuentas suizas de cualquier otro”, y la diferencia de trato entre Podemos y Ciudadanos. Evidentemente, igual que el adelanto de las andaluzas, la dimisión de Monedero, y la inmensa mayoría de las acciones en política, responde a una estrategia. Podemos no ha querido coligarse con otros actores por maximizar su beneficio electoral y mantenerse como “limpio y puro”. Esa estrategia les ha salido muy bien en gran parte, y muy mal en el caso Monedero, y en el trato de los medios.

En definitiva, la realidad política está conformada por muchos actores con intereses muy diversos, y por desgracia también hay algún interés que por desidia o desafección no está defendido por nadie. En gran medida la democracia es una negociación constante entre esos actores, que de alcanzar consensos y pactos las mayorías necesarias tienen la posibilidad de imponer su voluntad al resto de los actores.

Pablo González es Licenciado en Ciencias Políticas, cuenta con un Master en Comunicación Política e Institucional, y ha publicado artículos en medios tan prestigiosos como El País Semanal, el portugués Diário de Noticias y elDiario – Agenda Pública.


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