Voy a resumirlo rápido, que la noticia no me llena el pecho de orgullo tanto como a alguno de nuestros lectores: el pasado 16 de febrero, los políticos socialistas Beatriz Talegón y Juan José López Aguilar, acudiendo a la manifestación contra los desahucios, fueron abucheados y expulsados a grito limpio, siempre con algún que otro zarandeo: es bien sabido que las masas en seguida nos envalentonamos, al menos hasta que aparecen los uniformados.
No se hicieron esperar las razones y justificaciones para tal acto. Es bien sabido que en este país no hace falta esperar ni dos minutos después de berrearse una incorrección, antes de que aparezca de la nada un portavoz de tal o cual partido a defendernos las bondades de la gamberrada de turno. Da lo mismo que sea Carlos Floriano, Elena Valenciano, el mismísimo Rouco Varela o algún columnista de Público. El mensaje es siempre: “Si han sido los nuestros, algo habrá hecho usted para merecérselo”. Y arreando que es gerundio.
Lo cierto es que los conversos recientes suelen presentar un nivel de cabreo superior a la media. Y digo conversos, porque muchos de los manifestantes que ahí se encontraban, ni estaban ni se les esperaba hace cinco años. Precisamente el mismo crimen que se le imputa a los socialistas o a cualquiera: hace un lustro, en este país a nadie le importaban un carajo los desahucios. Pero los había, y vaya si los había. ¿Se acuerdan ustedes de aquella foto y columna que publicó Juan José Millás sobre una anciana llorosa en 2004? ¿No? Vaya. Lo que yo recuerdo es que aquellos a los que se nos ocurrió criticar que los bancos concediesen hipotecas a cuarenta años con intereses impagables fuimos tratados como vándalos antisistema. Eramos cuatro gatos, y nunca llegamos a molestarle a nadie.
Por eso, el que –después de que los perdedores del sistema se estampen contra la acera, de que su sangre nos saque de la inopia– la muchedumbre se vuelva agresiva contra los “oportunistas que no hicieron nada” me produce una extraña sensación de mosqueo. Precisamente porque atacan a dos políticos que acudían a título personal, y que se han mostrado más críticos con sus partidos que nosotros jamás lo hicimos con nuestros políticos favoritos. ¡A cuántos silenciaría para siempre un cargo público! Talegón y López Aguilar lo tienen, y siguen molestando a sus respectivas direcciones federales.
Dicho esto, precisemos que el movimiento anti-desahucios es digno de admiración y apoyo: busca salvar vidas y restringir el inmenso poder que en España se da a las entidades financieras. Pero precisamente también por eso, ojo a aquellos que gritan más de la cuenta, a aquellos que persiguen al “impuro” dentro de las protestas; da la impresión de que no se quieren acordar de aquello que en su día fueron tantos… Cómplices. Aplaudiendo a rabiar. Los de arriba, y los de abajo.