Ser tu propio jefe suena muy bien y puede ser fantástico pero ¿y si eres el peor jefe que jamás hubieses tenido?
Trabajando con emprendedores una de las frases que más escucho cuando pregunto por los motivos que les han impulsado a emprender se resume en "quiero ser mi propio jefe". De hecho, a través de esta idea-fuerza, la de ser tu propio jefe, y con la promesa de lograr ingresos con facilidad, la mayoría de empresas piramidales intentan captar a su red de colaboradores/emprendedores. El discurso suele ser siempre el mismo y se apoya en argumentos muy parecidos porque calan bien en la mente de quien los escucha. El peligro de esta estrategia encaminada a provocar euforia (transitoria) y una falsa sensación de seguridad es que ciertas personas toman decisiones drásticas en su vida laboral (te recomiendo que leas el post sobre el fenómeno del pornoemprendimiento).
En general, podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que no nos gusta que nadie nos diga cómo y cuando hacer las cosas. Y esta actitud la hacemos extensible al ámbito laboral. El problema es que tendemos a dar por sentado que autogestionarse es una tarea sencilla y que aumentará nuestra calidad de vida desde el minuto uno. Pero lo curioso es que la mayoría de las personas fracasan cuando intentan autogestionarse en el trabajo. ¿Adivinas las razones?
"El vértigo de la libertad suscita la angustia" ( Kierkegaard)
Sesgo optimista
Sería inconcebible que alguien emprendiese si no tiene unas mínimas expectativas de éxito, lo preocupante es que cuando estas expectativas están infladas se produce un alejamiento de la realidad. Tal y como apunta Daniel Kahneman esto puede ser debido a un sesgo optimista que nos afecta de la siguiente manera:
- Vemos el mundo en que vivimos más comprensible, más explicable y, por consiguiente, más predecible de lo que en realidad es.
- Nuestras capacidades más estimables de lo que realmente son.
- Los fines que perseguimos más fáciles de lograr de lo que realmente son.
- Exageramos nuestra capacidad para predecir el futuro, lo que fomenta un exceso de confianza.
Como podrás imaginar, la realidad a veces nos demuestra con toda su crudeza el resultado al que nos ha llevado este sesgo optimista. Aún así, pueden producirse comportamientos paradójicos como el de persistir en una empresa abocada al fracaso. Esto se debe a que otro sesgo, en este caso el de confirmación, nos llevará irremediablemente a reforzar el autoengaño.
La desidia
La pereza está profundamente arraigada en nuestra naturaleza. De hecho, se dan numerosas situaciones en nuestra vida cotidiana que ejemplifican nuestra dificultad para alcanzar ciertos objetivos que nosotros mismos hemos fijado. Nos apuntamos al gimnasio y no vamos, prometemos no coger el móvil mientras conducimos y a la primera de cambio ya le estamos echando mano, nos planteamos aprender un idioma y no seguimos una rutina de práctica y estudio, etc.
Muchos de estos comportamientos se producen por el sesgo optimista que comentaba antes y porque nuestra mente confunde con facilidad deseo y realidad. Pero además, la desidia ejerce su influencia en la consecución de ciertos objetivos.
"El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones". Refranero popular
Para ilustrar el impacto de la desidia, el conocido psicólogo Dan Ariely llevó a cabo el siguiente experimento (descrito en su libro " Las trampas del deseo "). Utilizó a un grupo de alumnos universitarios que debían entregar tres trabajos para superar el trimestre. Ariely planteó 3 escenarios distintos:
- Grupo 1: Los alumnos podían entregar los trabajos en cualquier momento del trimestre. Ellos mismos debían fijar las fechas de entrega. Una vez fijadas serían inamovibles y por cada día de retraso habría penalización. Las opciones eran claras, o hacer las entregas el último día o bien espaciarlas en el tiempo.
- Grupo 2: Sin ninguna fecha tope y sin penalización alguna. Simplemente tenían que entregar sus trabajos el último día de clase.
- Grupo 3: no se les permitió flexibilidad ni margen de decisión. Debían hacer las entregas en las semanas 4, 8 y 12.
¿Cuál crees que fue el grupo con mejor rendimiento? Pues precisamente aquel que no tuvo flexibilidad en las fechas de entrega, es decir, el grupo 3. A continuación, el grupo con mejor rendimiento fue el grupo 1, con cierta flexibilidad. Quizá lo más llamativo sea que el grupo 1, es decir, el que gozó de mayor libertad a la hora de tomar sus propias decisiones, fue el que peores resultados obtuvo. Por tanto, según los datos de esta investigación podemos concluir que no todo el mundo es consciente de su tendencia a la desidia, e incluso, es posible que aquellos que sí reconocen dicha tendencia no entiendan del todo sus consecuencias o no sean capaces de diseñar estrategias para minimizarla.
En el caso que te planteo en este post, es decir, convertirte en tu propio jefe, es posible que llegado el caso tengas la tentación de posponer una acción comercial, demorar una llamada a un cliente, dilatar en el tiempo alguna gestión administrativa de tu empresa, etc.
Todas las decisiones que tomes tendrán un impacto en tu negocio así que ser tu propio jefe será una experiencia que te ayudará a conocerte un poco más. Pondrás a prueba tu tolerancia a la frustración, el grado de empatía con el cliente, tus habilidades comerciales, tus habilidades de liderazgo si tienes colaboradores, etc. En definitiva, antes de dar el paso, te recomiendo que analices detenidamente los motivos pero sobre todo tu motivación por emprender. Eso te ayudará a despejar algunas dudas y evitará que seas fácilmente manipulado con una visión dulcificada de la realidad emprendedora.
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Psicólogo / Humanista digital. Ayudo a empresas y organizaciones en sus procesos de cambio y transformación.