Revista Coaching

Ser un lago

Por Candreu
Ser un lago
Una de las semanas más duras del año cruzando el norte de España de un lado a otro un par de veces. Empezamos con una fantástica sesión en el Parador de Cambados (Pontevedra) para mis amigos de Pérez Rumbao y terminamos en Barcelona en la convención de Thuya. Entre medio sesiones en Zaragoza para Ibercide, otra en Madrid para Ericsson y otra absolutamente emocionante en Zaragoza para los padres de mi antiguo Colegio Montearagón-Sansueña, donde me reencontré con viejos amigos y con antiguos maestros (los maestros nunca serán viejos...).
El viernes viajé a la convención de Thuya en un AVE con Alicia. Después de cenar en clase Club, todavía trabajé un rato para poder disfrutar del fin de semana al completo con ella una vez terminara mi conferencia a primera hora del sábado. Mientras contestaba varios correos me dijo: "Te has levantado de madrugada en Zaragoza, has cogido un AVE, has dado una sesión en Madrid, has volado hasta Pamplona, nos has recogido, has conducido hasta Zaragoza y allí hemos cogido el AVE... ¿y todavía tienes fuerzas para seguir trabajando?".
Un anciano maestro Hindú se cansó de las quejas de su discípulo que se había ganado a pulso en muy poco tiempo la fama de "blando y quejica". Así que una mañana, tras el desayuno, el maestro pidió al joven infeliz que trajera una cucharada de sal. La vertió en un vaso de agua, la revolvió y se lo dio a beber.
“¿A qué sabe?” Preguntó el maestro. “Amargo,” escupió el aprendiz.
El maestro pidió al joven tomar la misma cantidad de sal y que la trajera en un pequeño cuenco. Con el cuenco en las manos, caminaron en silencio monte arriba hasta llegar a un lago. En la orilla, el anciano lanzó el cuenco con la sal al agua y dijo: “Ahora bebe del lago.”
Cuando el joven había bebido cuatro o cinco sorbos desde la orilla del lago el maestro preguntó: "¿A qué sabe?”. “Fresca,” comentó el aprendiz. “¿No te supo a sal?”. “No”.
Entonces el maestro explicó: "El dolor de la vida es como la sal; ni más, ni menos. La cantidad de dolor en la vida permanece exactamente igual. Sin embargo la cantidad de amargura que probamos depende del recipiente en que ponemos la pena. Así que cuando estás con dolor, la única cosa que puedes hacer es agrandar tu sentido de las cosas. Deja de ser un vaso. Conviértete en un lago.”

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