Revista Humor

Ser un viejo verde

Por Eklipse


Todo Macho humano padece el impredecible ensayo y error que significa intentar seducir a las más hermosas doncellas. Es una sangrienta y costosa guerra que deja una estela de bajas heroicas en el campo de batalla. Muchos lo intentan, pocos triunfan y poquísimos logran victorias tan impactantes como aquellas que vuelven ídolo a un general de cuatro soles, mejor conocido como Viejo Verde.
En su mayoría, el gremio masculino siempre apunta sus armas a las Hembras humanas que están dentro de los años más aptos para la reproducción. Dicho rango de edad empieza en aquellas que 'ya pueden cruzar la calle solas' y termina en 'las de 30 que parecen de 25'. Lo peculiar de esa cacería, es que dependiendo de la cantidad de canas del Macho que persiga a esas jóvenes Hembras, socialmente se le etiqueta de distintas formas aunque todo el gremio esté tras la misma meta.
Un Macho seductor entre las edades de 'pañales sucios' y 'tiene coche, aunque prestado del papá', se le considera un sparring, alguien con el cual la boxeadora se entrena para preparar un futuro combate para el campeonato mundial. Aquel casanova entre las edades de 'independiente, pero mi sueldo no paga mi independencia' y 'no soy calvo, sólo tengo entradas pronunciadas', se le considera un asalta cunas. Mientras el Don Juan entre las edades de 'mis amigos quieren que me case para compartir la tragedia' y '¿será que es gay?', se le considera un gigoló.


Por último, el veterano de la conquista, el que hace tiempo tuvo sus días de gloria y decide revivirlos sin importar sus arrugas, lentes bifocales, panza o dependencia al Viagra, se le tilda de Viejo Verde.
En la civilizada Roma, al Viejo Verde se le llamaba senex amator (viejo enamorado) y era un elogio porque se asociaba al vigor, al brío seductor de la juventud pese a estar en el otoño-invierno de la vida. Pero las viejas romanas, cuando se vieron reemplazadas y divorciadas, orquestaron una campaña de desprestigio, continuada por las siguientes generaciones de Hembras humanas, convirtiéndolo en un concepto negativo. Por ejemplo, no era extraña esta murmuración en el coliseo:
"¿Qué interés puede tener esa jovencita Venus, por un viejo que puede ser su papá? Perdón, ¿su abuelo?"
Gracias al adoctrinamiento romano, la inmediata y única respuesta a esa duda irónica es: el amor los une, el amor al dinero. No sólo eso, también va acompañada de miradas recargadas de lástima, porque el Viejo Verde no se percata que lo único verde que su jovencita ama, son sus euros.
¿Y qué pasa si él está consciente de esa explotación, que él considera inversión? ¿Y qué pasa si él no es más que el mecenas de una artista que trabaja duro por su cuerpo escultural? ¿Y qué pasa si él no es más que el patrocinador de la buena vida de una necesitada, a cambio de rejuvenecerse con buen sexo?
La paradoja de la inmadurez del Viejo Verde, es que no es su culpa. Cuando él era un Adolescente Verde y quiso seducir 'a las de su edad', lo bajaban de la nube argumentándole que "las Hembras humanas maduran antes que los Machos" y por ese motivo un universitario en moto siempre le iba a ganar a él, un colegial en bicicleta. Años más tarde, decidió no pelear contra esa premisa y sólo se dedica en cuerpo, alma y billetera a las colegialas.
Claro, constantemente le advierten que sus deliciosas conquistas sólo persiguen su fortuna. Pero como ese fenómeno ocurre en cualquier edad, él simplemente elige la opción más atractiva. Tanto en sus días de inocencia seductora como Adolescente Verde y hoy como sagaz Viejo Verde, las Hembras han esperado que actúe como el genio de una lámpara: no importa si es feo, barrigón o de piel azul, con tal que al frotarlo pueda cumplir todos los deseos. Y ante esa exigencia, no debe extrañar que un Macho humano cuando más tiene músculo financiero para cumplir fantasías, lo prefiera hacer con una modelo, durante el lapso que ella preserve ese cuerpo de modelo.

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