Revista Cultura y Ocio
Ser uno con uno mismo y ser uno con otros es la condición necesaria de todo existir.
Si algo no es uno con uno mismo, es y no es, por lo que no tiene el ser y no es nada.
Si algo no es uno con otros, sino que es sólo uno consigo mismo, será ineficaz e incomprensible para los otros, no obrará nada en ellos y no será nada en ellos. Luego el todo, que es la unidad, será una suma inconexa e imaginaria, no una unidad verdadera, y no será cierto que lo múltiple proceda de lo uno, pues si así fuera lo múltiple no sería inconexo y no sería sólo uno consigo mismo. Ahora bien, puesto que es absurdo que lo uno no sea verdaderamente uno o que lo múltiple no proceda de lo uno, también lo es que algo sea uno sin ser uno con otros.
Por tanto, si algo es uno con uno mismo será siempre uno con otros y no devendrá uno con otros, dado que todo lo que deviene experimenta mutación y deja de ser uno con uno mismo. Así, habida cuenta que es imposible ser uno con uno mismo si no se es desde siempre uno con otros, y si es imposible asimismo ser uno con otros si se es absolutamente uno, es fuerza concluir que es imposible que algo sea y sea absolutamente uno.
Luego el mismo Dios, del que se predica la unidad suprema, no es sin otro. Mas, si Dios es con otro, es con uno no idéntico. Pero si, por lo ya dicho, debe ser siempre con él, su ser otro será tan necesario como él, ya que lo que es siempre es necesario y no hay grados en la necesidad. Sin embargo, es evidente que si dos son necesarios son el mismo ser, pues si fueran necesarios el uno para el otro tendrían necesidad del otro y no serían necesarios en sí mismos; y, si no fueran necesarios el uno para el otro, no tendrían una necesidad universal, sino limitada, es decir, no serían siempre necesarios, lo que es contradictorio, dado que lo necesario es siempre y es siempre necesario.
En suma, todo lo que existe es dual y el ser necesario, que existe necesariamente, es uno. Por tanto, el ser necesario, no menos que cualquier otro ser, es uno y dual, a saber, uno consigo mismo e indiviso pero no carente de acción en sí mismo y distinción interior. No uno absoluto, sino uno uniente y uno unido.
En toda relación de igualdad hay dos términos y una cópula. Por ende, hay tres: los unidos y la unión, que no tiene un ser distinto al de los unidos, ya que de tenerlo los separaría. Si, por el contrario, la cópula no fuera nada, los unidos o bien serían el mismo y por completo indistinguibles, de modo que no procedería expresarlos en plural, o bien serían distintos por completo en tanto ninguna cópula los uniría, por lo que contra toda razón se los llamaría unidos.
Sin la dualidad quiebra la unidad del ser. Si el uno no fuera no-uno no lo sería todo. En tanto ambos extremos no podrían unirse a través de un medio, pues no hay medio entre lo uno y lo no-uno, lo uno no tendría nada que ver con la multiplicidad, ya que lo múltiple es lo no-uno. Cabría entonces concebir lo múltiple sin lo uno y daríanse dos todos o ninguno. Pero esto va contra la misma noción de lo múltiple y del todo, por lo que no puede admitirse. Por consiguiente, lo uno es lo no-uno. Ahora bien, dado que un mismo sujeto no puede tener dos predicados opuestos, síguese que lo uno y lo no uno, siendo el mismo ser, no son el mismo sujeto.