Dicen que los poetas, músicos y artistas en general son vagos. Ahora bien, ¿qué significa ser vago?
Para la sociedad del consumo, el vago, es todo aquel que no se cuadre con las normas y conceptos establecidos por ellos mismos. Como por ejemplo: vago es todo aquel que no tenga un trabajo de 9 horas diarias, de lunes a viernes y con un jefe que lo esclavice. Sin embargo, ¿Es realmente vago el que no tiene un trabajo como todos? ¿Qué es el trabajo? ¿No son vagos todos aquellos que trabajan en lo que no les gusta? ¿Es la cantidad de dinero recibida por concepto de remuneración la forma definitiva de recompensa?
Veamos…
Para la sociedad del consumo en la que vivimos, el vago no es más que su enemigo número uno. ¿Por qué? Porque el vago es alguien que escapa de la norma. No le interesa ir los fines de semana a los centros comerciales. No le interesa vestirse a la moda. No le interesa dejarse llevar por las ofertas de las tiendas. No le interesa encontrar un “trabajo” formal. Por ende, en la sociedad de consumo este individuo es un desperdicio. Una pieza suelta del engranaje capitalista. Sin embargo, lo que la sociedad del consumo ignora, es que la “masa de vagos” no es homogénea. Es más, me atrevería a decir que el vago en su estado puro (el que no hace absolutamente nada ni por sí mismo ni por el resto) representa una mínima parte del universo general de vagos.
Por ejemplo, en lo personal, me costaría tildar de vago a alguien que decida vivir una vida de ermitaño alejado de las ciudades, pues el solo hecho de demostrar que puede sobrevivir sin la ayuda de nadie, lo descalificaría como vago. El conseguir alimento y agua no es una tarea fácil, y el vivir en estas condiciones extremas, en el fondo, representa un trabajo más difícil que el de cualquier ciudadano que vive en una ciudad con servicios básicos de agua y almacenes que le ayudan a sobrevivir. Por ende, la figura del ermitaño, lejos de ser lo que parece: un simple vago, desde mi punto de vista, representa todo lo contrario, una vida de esfuerzo y dedicación. Por tanto, la figura del ermitaño estaría lejos de ser la representación pura del vago.
Pero entonces, ¿qué es un vago?
Para mí, el vago es todo aquel que vive del resto, no desarrolla el pensamiento, y no aporta nada significativo a su entorno cercano ni lejano, pese a tener todas las posibilidades y herramientas para hacerlo. En esta categoría de vagos tendríamos que ubicar a una especie muchas veces ignorada en la categoría de los vagos, pero que si lo pensamos bien, se lleva todos los premios en cuanto a lo que ser un vago en su estado puro se refiere: políticos, empresarios y militares.
Hablaré de la experiencia chilena, pues es la que me ha tocado vivir. Si alguien ve similitudes en sus respectivos territorios, sabrá de lo que hablo.
En Chile gobierna, en el siguiente orden, una capa de vagos que les interesa un cuesco lo que piense el pueblo: empresarios, militares y políticos. Los empresarios saquearon el país en dictadura. Se robaron empresas estatales, las privatizaron y ahora dan charlas de “empredimiento” por el mundo. Los militares, usaron las balas y la tortura, fueron la punta de lanza del empresariado para llevar a cabo el saqueo de Chile en los años 70 y 80, y ahora malgastan dinero a destajo por vía de una ley que fue establecida en dictadura que les garantiza una 10% de las ventas anuales del cobre para gastos “reservados” en seguridad nacional. Ahora bien, cuando ese gasto va a parar a mansiones, propiedades y despilfarro en casinos de juegos, no sé de qué seguridad nacional me hablan. Su aporte al desarrollo del país es nulo. Estos sí que son vagos. Y por último, los políticos. En Chile, no es una exageración decir que todos roban, porque… ¡todos roban! El sistema de elección de senadores y diputados está diseñado de manera tal que jamás hay una mayoría absoluta en ambas cámaras del congreso para generar cambios reales a favor del pueblo. En Chile da igual votar por la ultra derecha o la centro izquierda, porque ambas están a la derecha de la derecha. Ah, y por supuesto, cada uno de ellos gana en promedio, algo así como 25 mil dólares al mes. Además de contar con salud, movilización y casa gratis. ¡Y no hacen nada por la gente! Si esos no son vagos, no sé qué será el resto. Bueno, sí lo sé: somos esclavos de los vagos; de estos vagos.
Vagos, los de abajo
Ahora bien, la gente común y corriente, no trata de vagos a quienes están por sobre ellos, dígase: empresarios, militares y políticos. Al empresario se le respeta, porque da trabajo. Al militar se le respeta, porque defiende. Al político se le respeta, porque hace las leyes. La gente trata de vagos solo aquellos que están, aparentemente, por debajo suyo. Es decir, todo aquel que no trabaje.
Pero, yo me pregunto, dado que el trabajo pareciera ser el parámetro definitivo para separar vagos de trabajadores: ¿qué es el trabajo?
¿Podría alguien en su sano juicio considerar que, el trabajo es: el pasar más horas de la vida “trabajando” que el estar en tu casa, con tu familia y hacer lo que más te gusta? Vivir para trabajar y por el dinero, sin mayores aspiraciones, desde mi punto de vista, también es una forma de ser vago. Poner todas las energías en el trabajo y volver a la casa solo a esperar otro día de trabajo, también es ser vago. Por ende, tener trabajo, no necesariamente significa, no ser vago. Solo significa ser el eslabón humano de una máquina de generar riqueza para otros (vagos de verdad), pero nunca para el bien o satisfacción personal.
Siempre he pensado que aquel que se desempeña en lo que le gusta jamás trabaja –al menos en la concepción general de lo que se entiende por trabajar–, pues el placer de trabajar en lo que le gusta hace que simplemente no trabaje, sino que disfrute. Ahora bien, muchos dirán, que en la actualidad es difícil que alguien trabaje realmente en lo que le gusta, y es cierto, estoy totalmente de acuerdo, pero esa es justamente la razón por la que debemos cambiar el sistema. Para que la gente trabaje en lo que le guste y contribuya de esta manera al bien personal y colectivo de toda la sociedad.
Si el músico se dedicara a hacer música. Si el pintor se dedicara a pintar. Si el doctor se dedicará a sanar. Si el zapatero se dedicara a hacer zapatos. ¿No viviríamos en mundo más armónico? En cambio, vivimos en una sociedad en la que nadie trabaja en lo que le gusta, por tanto, nadie está feliz, porque todos están preocupados de generar dinero, sin importar dónde y cómo, con tal de sobrevivir. El dinero ha sustituido todo, incluso los sueños y aspiraciones. Sin embargo, el dinero no puede ser la fuente definitiva de remuneración para el trabajador. No puede ser lo único a lo que aspire el ser humano como ser individual o como especie, debe y tiene que haber algo más.
Debemos tender a una sociedad equilibrada donde se respete tanto al profesional que pasó por alguna universidad, como a todo aquel artista que aprendió todo observando y sintiendo su entorno. No es vago el poeta, el músico, el pintor, el actor, etc. No es vago aquel que no tiene un trabajo “formal” o dentro de los cánones establecidos. Vago es aquel que se aprovecha del resto y no aporta nada. Vago es aquel que elige perseguir el dinero por sobre el crecimiento personal y colectivo dejando en el baúl de los recuerdos sus sueños de hacer lo que realmente le gusta.
Ser vago, en el fondo, no es algo que tenga que ver con tener o no trabajo, es algo más profundo y que debe mirarse desde distintos ángulos para poder comprenderlo, como todas las cosas en la vida.
Ser vago, en el fondo, es el privilegio de unos pocos. Por lo general, de la clase alta. No de nosotros.
Congreso de Chile: Hogar de los vagos por excelencia.Por Pablo Mirlo