Revista Cultura y Ocio
Cuando los viajeros recorren la Ruta 66 a través del desierto de Mojave, son acompañados por cactus esqueléticos y por los tintineos filosos de las cascabel. El páramo los lastima con temperaturas superiores a cincuenta grados y la desolación suele ganar sus corazones. Pero una vez al año, flores incontables colman sus sentidos de aroma y color. Las depositan miles de pilotos, comandantes de vuelo y azafatas, quienes cada Día Internacional de la Aviación concurren a visitar a sus seres queridos al cementerio de aviones de Tucson.
© Sergio Cossa 2012
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