“Hay defensores con una calidad técnica extraordinaria; otros tienen una calidad defensiva única, muy concentrados en la defensa, como Cannavaro, que era fantástico en el marcaje; otros tienen la habilidad de mandar sobre una línea de defensa, como Baresi; y otros influyen con su fuerte personalidad. Pero si tengo que contemplar todas estas condiciones para valorar a un defensa, Sergio Ramos es el más completo. Tiene un poco de todo. Calidad técnica, fuerza, personalidad y capacidad de mandar en la línea. Puede ser que Cannavaro sea más atento en las marcas pero en la relación global Ramos es el que reúne más condiciones”
Estas palabras proceden de Carlo Ancelotti y tienen apenas un par de meses. Son interesantes en sí mismas pero aún más valiosas cuando proceden de alguien que o bien ha entrenado o bien ha compartido carreras en el campo con gente como Maldini, Baresi, Cannavaro, Thuram, Terry, o Thiago Silva. Lo cierto es que Sergio Ramos a sus veintinueve años es un jugador hecho a sí mismo. Nacido en Camas, surgido futbolísticamente en Nervión, criado allí y desarrollado en el Real Madrid. Sólo dos equipos profesionales en su carrera deportiva pero suficientes para forjar un estilo de jugador que todo equipo necesita porque al final, Ramos ante todo, es un jugador total, dentro y fuera del campo, el jugador del cien por cien.
Apenas era un chaval cuando debutó en Primera División. Ni siquiera tenía dieciocho años cumplidos y ya rodaba el balón en sus pies por el terreno de juego del Pizjuan. Ni era sencillo jugar en aquel potente Sevilla de 2004 ni es sencillo tener oportunidades ante un entrenador tan exigente con Joaquín Caparrós, pero lo logró, y con ello un hueco en el fútbol nacional. Y cuando más se hablaba de él llegó el momento cumbre de su vida deportiva fichando por el Real Madrid. Su traspaso llegó a última hora del cierre del mercado, de manos de René Ramos y Pedro Bravo, sus representantes, que se presentaron in extremis en la LFP, pero llegaron eso sí, y se convirtió en el primer español que llegaba al Club desde que lo presidía Florentino Pérez. Recogía el testigo de Fernando Hierro heredando además su mítico dorsal 4, algo que más que presión supuso su primer golpe de efecto sobre la mesa.
Cabe recordar que Ramos era lateral derecho en el Real Madrid y no fue sino hasta la llegada de Jose Mourinho al Club que cambió su demarcación a central aprovechando una inoportuna lesión de Ricardo Carvalho. Aquella lumbalgia del portugués facilitó algo que el propio técnico luso había vaticinado a su llegada a Chamartín: “Ramos puede ser mucho mejor central que lateral”. Poco a poco consolidó esa posición incluso en la Selección en donde aprovechó la retirada de Puyol para ocupar su demarcación frecuentemente en pareja con Gerard Piqué.
Desde entonces, su rendimiento ha crecido exponencialmente, igual que su presencia tanto en el terreno de juego como fuera de él. Se ha desarrollado hasta convertirse en un central duro pero técnico lo cual le confiere una salida de balón ordenada a la vez que siempre garantiza el cierre de la zaga. No tiene ya esa vocación ofensiva que tenía cuando era lateral, pero tampoco la necesita pues la defensa exige siempre precisamente ese toque de prudencia para evitar estirar las líneas en exceso. También es un excelente cabeceador y un buen rematador de faltas.
Pero su presencia además se extiende más allá de lo futbolístico: da la cara. Pocos jugadores como él están tan presentes tanto en las victorias como las derrotas. Y esa presencia, ese dejarse ver en lo bueno y en lo malo es algo de lo que el Real Madrid ha carecido en los últimos años. Alguno dirá que es porque se canaliza a través de los capitanes o riñas con los periodistas, pero otros tienen claro que es una cuestión simple de valentía y se le pueden achacar cosas a Sergio Ramos pero no eso. No lo hizo cuando fue motivo de mofa por lanzar un penalti a lo panenka contra el Bayern en la Champions, no lo hizo cuando España encajó el sonrojante 5-1 frente a Holanda en el Mundial de Brasil, y así un largo etcétera.
Los picos de rendimiento son habituales en todos los jugadores, incluido el propio Sergio Ramos aunque ninguna época equiparable a la vivida en 2014 al menos a nivel de clubes. Se trataba de un año raro, el año post Jose Mourinho, que se marchó incapaz de traer la ansiada Décima a las vitrinas del Bernabeu. Pero llegó Ancelotti, y con él llegaron ante el Bayern de Munich de Guardiola en semifinales en donde existían más bien serias dudas en el madridismo, tan dividido y tan lleno todavía de interrogantes y bandos. Pero no. Una ida con un resultado favorable aunque justo (1-0) y una vuelta en el corazón de Munich que fue un regalo para los sentidos de la mano de Sergio Ramos que sólo necesitó veinte minutos para acercar la Champions un poquito más con dos magníficos goles llenos de rabia. Y aquello sólo había sido el aperitivo de lo que estaba por llegar pues aún faltaba ese testarazo en el minuto 93 de la final contra el Atlético de Madrid, seguramente ya uno de los hitos del madridismo, una jugada de esas que te aprendes de memoria: corner que bota Modric y Sergio Ramos que aparece libre de marca para rematar de cabeza al palo izquierdo de Courtois. Inapelable. Desde luego Bale, Marcelo y Cristiano dieron la victoria en el marcador pero el momento clave lo había escrito el propio Sergio con letras de oro. En esos momentos, poca gente discutía que Ramos era el mejor central del mundo.
2015 sin embargo ha sido un año distinto, un año de altibajos en un equipo que logró veintidós victorias consecutivas para posteriormente terminar el año sin títulos relevantes y en una espiral claramente negativa. Ni el propio Ramos se ha librado de la quema siendo además señalado por su pobre actuación frente a la Juventus en ese extraño experimento de Carlo Ancelotti colocándole de mediocentro. El sevillano se perdió en un mar de dudas pero qué decir de su capacidad para estar al servicio de las necesidades que dicte el Club. No jugó bien, pero no era su demarcación y cumplió en la medida de lo posible, y sin queja alguna, algo raro en un equipo en el que jugadores como Gareth Bale amenazan veladamente a la directiva para jugar en la banda que les corresponde. Como dato interesante cabe destacar que esta temporada no estuvo presente ni en el 4-0 en Liga contra el Atlético ni en el 3-4 frente al Schalke en Champions, lo que da idea de lo imprescindible que es en la zaga.
En definitiva, Sergio Ramos se ha convertido en un jugador necesario, no sólo por su indudable calidad técnica sino por lo que aporta al Real Madrid. En forma es dificilmente superable y el equipo le necesita cuando las situaciones son adversas, momento en el que no cesa de animar a sus compañeros. No es muy amigo de la Directiva en donde además ultimamente mantiene tensiones por su renovación (Ya dejó su perla defendiendo a Ancelotti ante su más que eminente destitución). Sin embargo, en la Dirección deportiva es distinto y más sacrificado no objetando (al menos no en público) cuando es usado de conejillo de indias para probar demarcaciones distintas pues además en ello está implícita la propia confianza que se tiene en el jugador siempre dispuesto al cien por cien bajo las directrices del entrenador que tenga en cada momento. Es al fin y al cabo la filosofía del jugador completo.
Más de cuatrocientos partidos con el Real Madrid y ciento veinticinco con la Selección le contemplan, una cifra respetable. Si Iker Casillas abandona el Club, Ramos se convertirá con total seguridad en el capitán del equipo (ya lo es de facto) asumiendo de forma definitiva los galones blancos. Con la llegada de Benítez nada hace dudar de su continuidad incluso ante un entrenador de rasgos tan rígidos como los del madrileño que tratará de sacar el 101 por ciento de Ramos, y si es así hay jugador para rato.
DAVID ABELLÁN FERNÁNDEZ