He entrado en ella, lo he hecho de forma suave y poco a poco sin agredirla. Es delicada. Toco con mis manos, no! con mis dedos, sus partes sensibles sin forzarlas. Es ella quién me condiciona y me martiriza; es por ello que la quiero menos sensible a mi fuerza. Mis huellas dactilares se posan con suavidad sobre ellas y las retuercen ligeramente, haciéndolas perturbarse, resistirse.
Lo he realizado con motivo, no quiero engañarme y en el fondo de mi mente conozco la realidad y sus consecuencias. Sé que lo que ahora me enseña no es cierto, el valor que me muestra no es la realidad. Lo conozco y yo lo he provocado. Nunca podré fiarme de ella pero sé seguro que estará siempre para soportar el peso que me atormenta.
En cristiano, he modificado la tensión de las galgas extensiométricas de mi báscula, he profanado el templo, he violado a mi dueña, he soltado sus tornillos, la he desmontado, manipulado y ahora, ahora la adoro, la acaricio sin pudor, apoyo mi cara sobre ella mientras los segmentos que conforman el mensaje celestial que me muestra es el display del verano. Delgado, autoengañado pero delgado.
Texto: Ignacio Alvarez Ilzarbe