Una serie de microrrelatos de amores urbanos, bajas pasiones de amas de casa y una que otra frustración
380 La ruta del amor
Las cándidas e inocentes caricias de sus primeros roces fueron subiendo de tono mientras yo miraba a la ventana pretendiendo ignorarlo. Él insistió repegándose aún más, apreté los ojos al sentir una descarga eléctrica entre mis piernas, generada por la humedad y la fricción, al tiempo que él le grita al chófer: ¡Bajan!Pasión en la Carnicería
Distraída, desparpajada, sin gota de maquillaje. Con una playera de la última campaña electoral salpicada de cloro. Un pants remangado que grita que el muerto era dos tallas más grande, sandalias de horcapollo reparadas con un alfiler de máximaseguridad; así, con ese cinismo que se quiere hacer pasar por autoconfianza llegué al mostrador chorreado de sangre y lleno de moscas.-Me da un kilo de bisteces.-¿Se las aplano mi reina? Desde entonces, soy la mejor vestida de la colonia.
Caminar digno, barbilla levantada, mirada al frente. Contoneo ligero para no perder la clase, paso firme a quince centímetros de altura, actitud de autosuficiencia que obliga a abotonar la blusa hasta el último botón. No sonrío, no me insinúo. No sonrío, no me insinúo.
Por la calle se aproxima en su bicicleta un típico empleado de la construcción; melena enterregada, playera de patrocinador oficial y gorra llena de mezcla. Aprieto fuerte mi bolso y lo sigo con el rabillo del ojo detrás de mis Dolce & Gabbana polarizados.– ¡Apretaditas como me gustan!Me mantengo estoica, no digo nada y relajo la bolsa. Un calor repentino me ruboriza, abro dos botones… tres, hasta que el encaje se asoma por el escote, acelero el contoneo y sigo mi camino. Sonrío y me insinúo. Fontanería de urgencia

Entero y sin piel



Amor de esquina

- “El hombre llega hasta donde la mujer quiere”, así me repetía mi abuela cada que tenía oportunidad. Tengo tres horas parada en la esquina bajo el farol y parece que a ningún hombre le recitaron esa misma frase.
- Él me dijo ¡quiero! Yo le dije ¡compra! Seguro fue al cajero.
- Sabes que el momento de retirarse ha llegado cuando te preguntan:
-¡Carajo! Ni que fuera mercado
