Como era evidente que un psicópata que ocupa una máscara de hockey y que machete en mano se dedica a asesinar adolescentes no podía ser la estrella de un show semanal, el productor ejecutivo Frank Mancuso se vio forzado a desarrollar un nuevo concepto, lo que evidentemente significaría que la serie solo utilizaría el título de la popular franquicia. En otras palabras, el título se convirtió en un gancho para atraer a los fans de los largometrajes, con la esperanza de que estos se convirtieran en seguidores del show televisivo tras ver un par de episodios. En vez de tener a un asesino en masa como personaje principal, “Friday the 13th: The Series” presentaba a un trío de protagonistas quienes fueron condenados a recuperar antigüedades malditas con capacidades asesinas. Filmada en Canadá con un presupuesto menor a los 500.000 dólares por episodio, la serie estaba protagonizada por la modelo Louise Robey, el virtualmente desconocido John LeMay, y el veterano Chris Wiggins, quien era relativamente conocido por sus numerosos trabajos en televisión. Aunque muchos televidentes se sintieron engañados cuando vieron que el show poco y nada tenía que ver con las correrías de Jason Voorhees, “Friday the 13th: The Series” rápidamente escaló al segundo puesto de audiencia durante la emisión de sus primeros episodios.
En cuanto al contenido de la serie, se especializaba en la dramatización de un tipo de personaje en particular: el perdedor. La mayoría de las semanas, algún extraño con bastante mala suerte, que además era poco agraciado, pobre, o presentaba algún problema físico, se encontraba en posesión de una de las antigüedades demoniacas que de alguna forma compensaban sus deficiencias personales. Ante las críticas que comenzaron a aparecer tras la emisión de los episodios de la primera temporada, Jim Henshaw, quien era el encargado de editar las historias, salió en defensa del show: “Nosotros estamos tratando lidiar con las obsesiones faustianas, al mismo tiempo que intentamos explorar el interior de los villanos, sus obsesiones, y lo que ocurre con sus víctimas. Además buscamos insertar un dilema moral en cada episodio, con el fin de presentar ciertas ambigüedades morales existentes en la sociedad. Por lo tanto, queremos lograr aterrorizar en áreas que la gente no suele explorar en busca de horrores”. Si bien todo esto era cierto, y la idea de resucitar de manera semanal la legenda Faustiana era interesante, la serie no resultaba ser particularmente entretenida. Tal y como sucedió con la franquicia cinematográfica, rápidamente la fórmula de “Friday the 13th: The Series” se volvió tan repetitiva, que la mecánica de las historias se tornó predecible: se descubría cual era la antigüedad a encontrar, luego se revelaba su uso, se procedía a la búsqueda del objeto, y luego se incluían algunas secuencias de gore a la mezcla.
Lo que era aún peor que una buena idea ejecutada de manera mediocre, era la guerra que se vivía tras las cámaras entre los creativos de la serie. Falta de comunicación entre los guionistas y los editores, y una fuerte batalla concerniente a la calidad de los efectos especiales, estuvieron a punto de acabar con el show antes del fin de su primera temporada. Pese a todos los problemas que sufrió durante su primer año de emisión, “Friday the 13th: The Series” sobrevivió su primera temporada y fue renovada para una segunda. Louise Robey pronto se convirtió en una estrella de culto entre los círculos de aficionados al horror, lo que provocó que la serie se centrara un poco más en su personaje. Aunque durante la segunda temporada se intentaron incorporar algunos elementos que rompieran una fórmula que ya mostraba un desgaste importante, los guionistas continuaron cayendo en lugares comunes lo que no le ayudó a la serie a conseguir una mayor audiencia. Por ejemplo, un buen número de episodios incluía la trágica muerte de un ser querido o un conocido de alguno de los protagonistas. Mientras que Micki pierde a su compañera de cuarto en “Better of Dead”, y a su pareja en “Master of Disguise”, Jack pierde a un hijo en “Bottle of Dreams”, y a una sobrina en “Symphony in B#”. Finalmente Ryan pierde a una novia en “Double Exposure”, y a su padre en “Pipe Dream”.
Otro de los intentos por revitalizar los relatos consistió en trasladar la acción a lugares potencialmente escalofriantes como hospitales (“Dr. Jack”), monasterios (“The Poison Pen”), una seudo comunidad Amish (“The Quilt of Hathor"), prisiones (“The Prisioner”), un faro (“The Pirate´s Promise”), y un culto Druida (“Tree of Life”), entre otros. Sin embargo, después de un tiempo esta pequeña variación visual no fue suficiente para elevar la calidad y los niveles de audiencia del show. Durante la tercera y última temporada, los guionistas decidieron emplear algunas vueltas de tuerca más interesantes. En “The Long Road Home”, los protagonistas se ven obligados a utilizar la antigüedad maldita durante el clímax del episodio. En otros capítulos como “Demon Hunter”, la serie finalmente se alejó del tema del oportunismo humano y el villano de la semana pasó a ser un demonio de cabello largo y enormes garras, mientras que otro episodio de dicha temporada, “The Charnel Pit”, incluía viajes en el tiempo. Todo esto dejaba en evidencia de que por lo menos los guionistas estaban intentando insertar nuevos elementos que ayudaran a evitar la inminente cancelación de la serie. Otro de los cambios importantes que sucedieron en la tercera temporada fue la salida de John LeMay, quien fue reemplazado por Steve Monarque, que llegó a interpretar a un personaje llamado Johnny Ventura. Pese a todos los esfuerzos realizados por el equipo creativo, la serie fue cancelada al final de su tercer año por sus bajos niveles de audiencia.
Algo destacable de la serie, es que se haya atrevido a evitar los finales felices. Sin embargo, esto fue llevado a tal extremo que "Friday the 13th: The Series" terminó convirtiéndose en un show demasiado sombrío, que no le permitía a los protagonistas interactuar demasiado tiempo con otros personajes, lo que inevitablemente los condicionaba a transformarse en personajes prácticamente unidimensionales. Mientras que Ryan era retratado como un hombre algo infantil con una marcada inclinación por los cómics y la música rock, Micki era más bien una mujer arrogante y engreída, cuya personalidad se fue suavizando a medida que la serie progresaba (de hecho, es quizás el único personaje cuya personalidad evolucionó durante el transcurso del show). Si hubiese que categorizar a los protagonistas, Ryan sería el creyente y el romántico, mientras que Micki era la escéptica y la irritante (por lo menos durante la primera temporada), Es por esto que probablemente el personaje más interesante de la serie era el interpretado por Chris Wiggins. Jack era un filósofo, un guerrero, la figura paterna de los otros dos protagonistas, un artista del engaño, un mago, un historiador, y un experto en lo oculto. Su amplia gama de habilidades le otorgaba la capacidad de aportar con distintos matices en cada uno de los episodios. Lamentablemente, los guionistas no supieron explotar las potencialidades de cada uno de estos personajes, provocando que los espectadores no solo fueran tres pasos más adelante que el trío protagónico en cada uno de los episodios, sino que además lograron que la audiencia se sintiera constantemente frustrada por el escaso poder de deducción de Micki y compañía.
Durante sus tres años de emisión, “Friday the 13th: The Series” visitó prácticamente todos los lugares comunes del género del horror. En los episodios aparecieron muñecos demoniacos (“The Inheritance”), la pintura de Dorian Gray (“A Cup of Time”), museos de cera (“Wax Magic”), vampiros ("Baron´s Blood”), y almas en pena (“Wedding in Black”), entre otras cosas. Si bien pocas veces estas ideas fueron ejecutadas de manera brillante, por lo menos el equipo a cargo de la serie fue capaz de plasmarlas de manera correcta. Y es que el show de ninguna manera es terrible, con la excepción de algunos episodios como “Badge of Honor”, donde se intentó aprovechar el boom generado por series como “Miami Vice” (1984-1990) con resultados catastróficos. La verdad es que a fin de cuentas, “Friday the 13th: The Series” fue un show de horror que manejó un buen número de conceptos interesantes con los que se generaron un puñado de buenos episodios, pero que lamentablemente no supo superar la carencia de originalidad que finalmente causó su cancelación. Y es que como dijeron algunos críticos de la época, tal y como sucedía con las películas de la saga original, si veías un episodio de la serie era como si los hubieses visto todos.
por Fantomas.