Revista Opinión
Acabada la primera temporada de Borgen. Correcta pero irregular. Creo que no da para tanto como se vendió cuando llegó. Sin el toque de arrogancia moral de las primeras del Ala oeste y sin el tufo naif de La Presidenta, quizá la parte más relevante es esa visión cínica del poder que todos tienen cuando nadie los mira. El poder como un fin en sí mismo. Y la dificultad de tener vida privada cuando uno está expuesto todo el día a la vida pública. Empezaré la segunda y veremos qué tal.
Empezada también, gracias a la magnífica aplicación de RTVE, la serie Víctor Ros, recomendada por el gran Hornuez. Buena reconstrucción del Madrid canovista, con algunas imágenes muy logradas. Apenas un par de capítulos, vamos a ver cómo evoluciona.
Se empieza a acabar la tiranía del programador. El horror de series que terminan de madrugada. Ahora es abrir el Ipad y, ver la serie cuando uno considera más oportuno. Poco a poco, eso sí, que la hybris es también mala para consumir productos culturales.