Director: Sidney Lumet
El otro día fui al Normandie a ver "Serpico", del gran Sidney Lumet, porque no la había visto y era algo que quería remediar inmediatamente, dada la posibilidad. La película se basa en la historia real de Francesco Serpico, un policía de New York que provocó un verdadero escándalo al denunciar y destapar mediáticamente a sus compañeros de un par de comisarías por corrupción (y las altas esferas que hacían la vista gorda), palabra que alberga numerosas actividades que no deberían estar en el historial de un policía o, así a secas, de la policía. Algunos ven el caso con cierta frialdad y algo de engreimiento, aduciendo a la supuesta ingenuidad de Serpico, como si al tiempo nadie supiera que esas comisarias estaban podridas por dentro, pero eso es lo terrible, que parezca naturalizarse el hecho de que la protección del bien común y el combate del crimen deba incluir sobornos, coimas, tráfico, los que a fin de cuentas eran para ganancia individual, ni siquiera podría argüirse que dichas actividades tenían fines informativos o investigativos, que eran para poder adentrarse más en las redes del submundo criminal; o también aduciendo a que una de las consecuencias es que para investigar a la policía por dentro hubo que quitar recursos de otras áreas, con el consabido resultado negativo al ver menos policías investigando narcotráfico, lavado de dinero, barrios menos vigilados, etc. Como sea, puro lavado de imagen y defensas corporativas, queda claro que la policía es una mafia más, una pandilla de hooligans financiados por los dueños de los grandes poderes y que Serpico es la excepción a la regla, uno de esos casos de individuo enfrentando una tarea imposible: ser fiel a su ética e integridad y honestidad aunque lo tenga todo en contra. Pero bueno, "Serpico", la película. Que comienza con el protagonista con un balazo en la mejilla, la duda en el aire de si fue un compañero de cuerpo o no. Antes de llegar al momento del disparo, una construcción impecable, tensa, nerviosa, tremebunda, sucia, realista, de la travesía de este hombre, que naturalmente no es una blanca paloma (nadie lo es y acá no se idealiza al personaje: digno en su imperfección), y que aunque desde el inicio no parece encajar en los encorsetados y rígidos estándares policiales, precisamente por eso destaca como buen policía: porque conoce el medio de donde proviene y reniega del carácter elitista de su institución. Y porque trabaja, a pesar de sus excentricidades. Así las cosas, la película nos muestra cómo el descubrimiento y enfrentamiento contra ese repugnante sistema corrupto, que al inicio era ir constatando la indignante desidia y flojera policial, va mellando en su carácter, su psicología, su vida misma, cada vez más oscura, nihilista, abatida, como pendiendo de un hilo, ese hilo siendo su integridad, que es lo último que podrán arrebatarle, aunque sea a balazos, al verse cada vez más solo y abandonado, dejado a su suerte. Al Pacino lo encarna con una intensidad que te deja con la piel de gallina: la rabia, la impotencia, el desaliento y la desilusión, aún más por el contraste de sus inicios, de esa vida agradable que llevaba, y luego el miedo, la paranoia, el no poder confiar incluso en tus propios compañeros de trabajo, que parecen tenerle más simpatía a un fucking cop killer que a un policía que no acepta dinero de criminales. Lumet y Pacino crean esta pesada e irrespirable atmósfera y no te sueltan, porque el peligro está a la vuelta de la esquina. Sensacional trabajo de puesta en escena y dirección de actores.
Una película necesaria, sí, pero también magistral, otro ejemplo más de cómo hacer gran cine, obra de un grande como lo fue Sidney Lumet, que aquí es como si hiciera cinéma verité en clave estilizado y gritty relato policial-criminal. Imperdible e inolvidable. "Serpico".