Revista Religión

Servir al Señor

Por Proferay

En mi vida, desde que he tenido aquel bello primer encuentro con Él, he buscado diversas maneras de servir al Señor.

En ocasiones lo logré con éxito.

En otras oportunidades, realmente me avergüenzo de recordar lo que hice.

No porque se haya tratado de algo en si mismo «malo», sino porque creo que el Señor tiene una mirada muy diferente a la nuestra sobre lo que significa éxito o fracaso de las cosas que hacemos a Su servicio.

La vanidad está presente en la naturaleza de todo ser humano.

Sin importar lo mucho que podamos disimularla, debemos mirarnos al espejo y reconocer que estamos viendo a alguien embustero que hará lo posible por convencer a los demás, a sí mismo y aún hasta a Dios (vaya descaro) de que lo hecho ha sido «para Su Gloria».

El servicio a Dios conlleva cierta promesa de persecución. Existe una certeza implícita de rechazo exterior (aún de vehemente violencia) en todo aquello que esté relacionado al servicio a Dios.

¿De qué modo se podría hacer frente a este rechazo?

Del único modo posible.

Con una vida consagrada al Señor y a Su servicio, sin importar lo que aquellos que nos rodean (si, me refiero mayormente a los cristianos, familiares y amigos) puedan llegar a opinar al respecto de lo que Dios a puesto en nuestro corazón hacer según Su perfecta y soberana voluntad.

Pero en ese camino de hallar ese espacio en el cual estamos a gusto con aquello que Dios nos pide hacer, nos encontramos a veces haciendo cosas que nuestro entorno acepta incondicionalmente por tratarse de cosas «cristianas» como cantar alabanzas, o cualquier otra actividad que nos brinda satisfacción personal, aplauso fácil, reconocimiento del entorno y recompensa en la tierra.

En la actualidad las congregaciones han sido movidas de una doctrina inquebrantable a un tipo de doctrina humanista, acariciadora, que pone más su eje en cómo se siente una persona, si está cómoda, si el aire acondicionado está a su gusto, si el sonido es realmente profesional, si las luces de colores logran «crear el ambiente» que la oración a solas con Dios no ha logrado crear porque ya no hay mucho tiempo para invertir en esos menesteres.

Lo digo con amarga tristeza en el corazón.

Se ha dejado el tiempo devocional en manos de unos vídeos o mensajes de colores por WhatsApp, en lugar de acudir a la fuente inagotable de toda Gracia para nuestras vidas.

Y esto, hermanos, con el tiempo «pasa factura».

Poco duran las reuniones de oración o los entusiasmos por llamar a ayunos. ¿Hace cuánto no ayunas, hermano o hermana?

O, lo pregunto mejor… ¿Con que frecuencia haces ayuno?

Yo confieso que no soy un gran ayunador. Pero eso tampoco debería aliviarte. Pues yo me siento mal por no buscar más a Dios de lo que debía buscarlo. Y te pregunto lo mismo que me preguntó yo a mi persona.

No culpo a terceros por mi desidia. Pero confieso que los ejemplos que he visto no han sido los mejores.

Pastores que ayunan para que su iglesia crezca. Es doloroso ver que existan motivaciones tan egoístas.

Un ayuno debería convocarse para que el Espíritu Santo derrame convicción de pecado sobre la humanidad. No para buscar beneficios personales o para alcanzar bendición en nuestros proyectos.

Aún si esos proyectos los consideramos «la voluntad de Dios» el fin de nuestro servicio es rescatar a las almas que indefectiblemente se irán al infierno por la eternidad. Y no es el infierno el lugar de fiestas y jolgorio que algunos han creído que es. Sino un espacio de permanente temor, miedo, oscuridad y angustia en grados tan elevados que se deseará abandonar ese lugar de inmediato, pero que no tendrá jamás una puerta de salida.

Nuestra comunión con Dios puede hacer la diferencia.

John Wesley tenía esa virtud de orar por las almas con un fervor y una constancia tal que Dios añadía a miles a Su iglesia cada día. Este hombre se dolía por aquellas almas que vivían lejos del fuego santificador de Dios. Tenía en su corazón ese fuego que ardía como la zarza que vio Moisés que nunca se apagaba.

¿Cuál es tu motivación para el servicio?

Te lo digo a ti como hermano en la fe y si eres ministro, pastor o líder mucho más! ¿Que te motiva a servir a Dios?

¿El dinero que podrás recaudar para hacer más obras para Él? Necio! Él es el dueño de la plata y el oro! Lo que necesite para Su obra lo proveerá en su momento!

Clama por las almas perdidas!

Predica como si en 20 minutos algo fuera a arrasar al mundo en su totalidad y no hubiera otra oportunidad pues, eso mismo es lo que sucede, y tú, no sabes en qué momento Él volverá.

Busca a Dios y deja que sea Él quien dirija Sus proyectos. Deja en Sus manos aquello que Él hace mejor y haz, de una buena vez, aquello para lo cual fuiste escogido!

El tiempo es corto, muy corto y… ¡Falta Menos!


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