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¿Sesteamos?

Publicado el 17 julio 2014 por María Bravo Sancha @Labocadellibro
Se acerca el verano y los días de calor soporífero. ¿Y qué apetece en los días de calor soporífero? Echarse una buena siesta y salir a la calle con la fresca. La siesta es tan típica en nuestro país que deberíamos saber de dónde viene y cuál es su origen etimológico.

¿Sesteamos?

Vincent van Gogh, La siesta, 1890.


El origen de "siesta" lo encontramos en el latín, donde se aludía a la sexta hora del día. Pero si lo pensamos, la hora de la siesta no es a las seis de la tarde, sino alrededor las cuatro con algún documental sobre los leones del Serengueti (el animal y el lugar no contribuyen a dormir mejor, que quede claro). La respuesta es que los romanos dividían el tiempo diurno en doce horas, por lo que la hora sexta era la mitad del día: el mediodía, la hora máxima de calor.    Después, conforme fueron pasando los siglos, la sexta continuó siendo una de las divisiones canónicas del tiempo durante la Edad Media, pero esta vez se encontrará en el ámbito religioso. Estas divisiones del siglo XI marcaban el rezo en los monasterios: maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas. Así pues, la regla benedictina (escrita por San Benito de Nursia para los monjes) fue la primera en mencionar este reposo y tranquilidad a la hora sexta (de 12:00 a 15:00 horas) en la que todos los religiosos debían recostarse en el lecho para descansar y retomar energías.
   Por fortuna, esta costumbre se extendió y comenzó a adoptarse en muchos otros monasterios y poblaciones. De hecho, en el diccionario bilingüe latín-español del humanista Nebrija (1495), aparecerá por primera vez el verbo sestear con el significado de "tener la siesta". Hoy en día en vez de sestear, decimos echarse la siesta, que resulta menos pretencioso o porque quizá no todo el mundo conoce la existencia de un verbo para tal acto:
    1. intr. Pasar la siesta durmiendo o descansando.   2. intr. Dicho del ganado: Recogerse durante el día en un lugar sombrío para descansar y librarse de los rigores del sol.

Para finalizar, os dejo con el principio de un poema de José Zorilla titulado Siesta. Desde luego, muy apropiado para estas fechas.
Son las tres de la tarde, julio, Castilla.
El sol no alumbra, que arde, ciega, no brilla.
La luz es una llama que abrasa el cielo,
ni una brisa una rama mueve en el suelo.
Desde el hombre a la mosca todo se enerva,
la culebra se enrosca bajo la yerba,
la perdiz por la siembra suelta no corre,
y el cigüeño a la hembra deja en la torre.
(...)  ¡Duerme en calma tu siesta, dulce bien mío!
¡Duerme entretanto
que yo te velo, duerme,
que yo te canto!

¿Os han entrado ganas de dormir? Pues no os perdáis "Preludio a la siesta de un fauno", una de las obras más conocidas de Debussy. El compositor francés se inspiró en el poema bucólico del escritor Stéphane Mallarmé. Escuchándola, notaréis que esta costumbre no es solo cosa de faunos, también puede ser de leones o de marmotas. ¡Felices sueños y feliz verano!

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