Christopher Smith se ha especializado en películas de terror y suspenso satisfactoriamente graciosas. Pero esta clase de cine es realmente serio. A pesar de que contiene dosis de comedia, a pesar de parodiar elementos tradicionales los puntos que busca denotar el texto de sus cintas se subscribe a una entonación flagrante y directa de denuncia de nuestras situaciones de consumo.
En esta película un grupo de ejecutivos que remedan los típicos descansos de convivencia viven en carne propia lo que la razón social de su empresa legitima ante el mundo: la violencia.
Una película descarada y sangrienta que se mantiene y que produce cierta sensación de revelación vengativa.El argumento está oculto a todo misterio, su completa estructura donde un asesino comienza su juego macabro al parecer no tiene sentido sino en la dirección misma que poco a poco los mismos ejecutivos van dándole a la historia a través de un Decamerón de sospechase hipótesis acerca del lugar veraniego que termina por convertirse en el espacio de sus pesadillas.Una sátira a esa compulsión humana por contar desgarramientos y cosas espeluznantes, una ironía de nuestra manía gregaria de imaginar desconfianzas y resueltos crímenes, una rendija a nuestro trastorno humano por sentirse siempre presa es lo que narra de esta película que critica el consumismo.