Revista Libros
No escondo que veo este programa. Me parece que es muy "real" y que es un claro reflejo de las diferentes personalidades que hay en nuestro país. Todo lo bueno y todo lo malo aparece, sin guion, y eso es válido a efectos de darlo credibilidad.
Se aprende.
Hace unos días apareció un personaje que daba juego sin darlo.
Severina, gallega de 62 años y que tiene el inmenso honor de ser el personaje más borde y desagradable que se he visto en televisión en los últimos años. Obviamente no incluyo a los programas del corazón, que ahí la noticia es que haya alguno que no lo sea. Recuerdo que este es un programa de citas, de conocer gente, que no obligan a ir a la televisión. Se presupone receptibilidad.
Lo primero que me llamó la atención de ella es una frase que en otros casos caería en saco roto pero que en su caso era más que una declaración de intenciones. Decía, la buena de Severina (putada de santoral y de tradición) que ella no se definía, que es mejor que lo hicieran otros. Tomaré su palabra.
Nos apareció con un modelito tipo Ana Obregón, clara muestra de persona que no asimila su edad. Embutida al vacío y con unas transparencias que no iban acordes con su carácter huraño y desconfiado.
Es gallega. No, no es una gallega de esas con retranca, ni la típica mujer de aldea con la que te tomarías un pote mientras te cuenta cualquier pasaje de su vida que aunque fuera nimio resultaría interesante, no, ella es la típica persona con cara de mala gente, de España profunda, de valores inculcados con regla en las yemas los dedos de las manos.
Nada que ver con la buena gente gallega que conozco, esta señora demostró en 20 minutos que es difícil ser más estupidilla. Si, lo he puesto en diminutivo para que no se me ofenda una parte de la población que se sentirá reflejada en ella, y que piensa que Rosalía de Castro tenía que haber sido vetada.
Bien podría haber aparecido en La Colmena de su paisano Cela.
Si ya con el gesto parecía tonta del culo cuando dijo las cinco palabras que dijo en toda la cena lo confirmó.
Menospreció a su pretendiente, un tal Paco (que era un cántabro bastante interesante) con unos aires de superioridad que denotan mala educación, complejos varios y ceguera total.
Sí, sus maneras fueron de persona oscura que oculta algo y nada bueno.
Obviamente no estaba obligada a ser receptiva con ese señor, ni siquiera a bailar o a cantar, pero podía haber intentado ser un humano interesante -que estás en la tele- y no parecer un homínido sin empatía ni capacidad comunicativa. Transmitía que su único fin por el que estaba en ese programa eran los 90 euros que les dan por acudir. De eso hay que descontar la cena. A la hora de pagar obviamente no decepcionó y pagó su parte con el único fin de criticar la falta de caballerosidad.
Poco después sonrió un poco y a mi me vino a la cabeza una anuncio de mi admirada Concha Velasco, como motivo de tal esporádico hecho.
Dicen que la educación es como el aire de los neumáticos, cuesta poco y te hace más agradable el viaje. No costaba mucho.
Demasiado aguantó Paco, era para haberse ido a los cinco minutos y haberla dejado ahí plantada, pero ese escote tramposo le engatusó.
Severina es lo que es parte de la gente de este país. No sé si es una parte grande o pequeña, pero es.
Las formas de tratar a los demás dicen mucho de como eres y recogiendo el guante que ella misma lanzó al principio de su aportación al programa, yo la definiría como una "mala compañía". Ya estás definida.