“Hablamos de mundos desgraciadamente opuestos, cuyos objetivos, más allá de la retórica políticamente correcta, se han convertido en contradictorios. Son el reverso de la elogiada transición española, cuando todavía se confiaba (acaso ingenuamente) en el poder benefactor de la política. Por un lado están los ciudadanos ordinarios luchando por sobrevivir ante un panorama económico desolador, padeciendo una crisis que han provocado los propios excesos del sistema y que ningún poder político ha sido capaz de prevenir, probablemente porque en cierto sentido algunos se han beneficiado de ella; por otro, una casta dirigente, repartida en sucesivos virreinatos territoriales, a la que sólo le preocupa conquistar o retener el poder más que utilizarlo para conseguir ciertos fines colectivos. Comunes.
No digo que la situación esté provocada conscientemente, aunque a veces lo parezca. No hablo de ninguna conspiración secreta, aunque haya indicios de alguna. Probablemente, en la vida suele ocurrir con cierta frecuencia, la coyuntura obedezca en realidad a una confusión de partida, conceptual, de prioridades. Lo que ya es muestra de que la mirada de ciudadanos y políticos sobre la realidad (Sevilla, en nuestro caso) es completamente distinta. Opuesta. Una significativa evidencia que en los sondeos de opinión suele traducirse en un dato estadístico frío: los ciudadanos consideran que los políticos son el tercer problema de España tras el paro y la situación económica. Debe ser por algo.”
El resto en “Las guerras perpetuas”.