Revista Cultura y Ocio

Sevilla, Puerto de Indias

Por Manu Perez @revistadehisto

Sevilla, Puerto de Indias

En 1503 sucede algo trascendente en Sevilla: se establece aquí la Casa de la Contratación. Esta institución nació con el objetivo de controlar todo ser vivo o inerte que viniera o fuera hasta América. Es decir, que era el instrumento fundamental del férreo monopolio comercial que los Reyes Católicos y sucesivos decidieron establecer como método de explotación y control del gran hallazgo de Cristóbal Colón. Todas las mercancías que iban y venían del Nuevo Mundo tenían que pasar por el puerto de Sevilla bajo la atenta mirada y consiguiente cobro de impuestos de la Casa de Contratación. Este control exhaustivo sobre un territorio tan inmenso al final no resultó ser muy práctico y se trató más bien de una torpeza de principiante miedoso que teme que los demás se aprovechen de él por haber encontrado el escondite de las chocolatinas. Y bien que se aprovecharon. Pero los errores políticos, económicos y militares que se cometieron hay que entenderlos como los propios de un primer experimento de imperio global, que si se mira en perspectiva, no salió tan mal, eludiendo, eso sí, lo perverso del planteamiento de base que es asumir el imperialismo como algo positivo.

Sevilla, Puerto de Indias

El tema es que Sevilla cayó justo en el centro de una vorágine comercial para la que se había venido preparando sin saberlo. Desde luego que ninguno de los pobres íberos que comenzaron a comerciar con los fenicios se pudieron imaginar que aquel triste asentamiento en un fangoso valle llegaría a ser la ciudad más importante en la ruta comercial más fabulosa del planeta. Pero sin remontarnos tantos siglos atrás, sólo unas décadas antes de que la Casa de la Contratación convirtiera a Sevilla en Puerta de Indias, algo debía husmearse en el ambiente, algo se barruntaba.

Sevilla era una ciudad llena de ambición, era una ciudad que había nacido con una motivación, el comercio, y que con el paso de los siglos había sabido vivir por y para este propósito. El premio para esta constancia y para su imparable desarrollo de los último siglos llegó al principio del siglo XVI. El sueño de toda ciudad comercial que haya existido se cumplió para Sevilla: ser el único puerto permitido para el comercio con todo un Nuevo Mundo de riquezas. Y lo raro hubiera sido elegir otra ciudad para este premio envenenado.

Cuarto del Almirante de la Casa de Contratación

Sevilla, Cuarto del Almirante de la Casa de Contratación

Para empezar, Sevilla se había convertido en la urbe más rica, más poblada y más desarrollada de Castilla y de parte del extranjero. De hecho, se podría decir que no había ninguna otra ciudad en la Península ibérica a su altura, con la posible disculpa lisboeta. Barcelona estaba en horas bajas, Burgos había sido claramente superada por la ciudad del Guadalquivir y Madrid, no sé ni para qué la menciono.

La mayor y más vibrante ciudad castellana, puro nervio comercial, con una experiencia de siglos en esto de recibir y distribuir mercancías, con una colonia de comerciantes en la que había nutrida representación de todos los pueblos mercantes europeos, enclavada en un puerto que, no sólo estaba al sur de la Península, por lo tanto más cerca de las rutas hacia las Indias, sino que era interior, el único de toda la Península que lo era, lo que lo convertía en mucho más defendible y fácil de fiscalizar… repito, lo absurdo e incomprensible hubiera sido elegir otra ciudad para establecer el Monopolio.

Como resultado más inmediato, aquel siglo, el XVI, fue de órdago. Pero claro, lo que sucedió con la Roma imperial cuando perdió su imperio, o a la Córdoba califal cuando colapsó el califato, también le ocurriría a Sevilla cuando aquella burbuja de reflejos plateados explotara: se convertiría en una triste sombra de sí misma agazapada bajo el recuerdo de su grandeza pasada.

Lo que ocurrió es que los barcos cargados de plata que surcaron el Guadalquivir durante más de doscientos años cosieron con un indestructible hilo metálico el provenir de la ciudad al destino castellano. Aunque la plata enriqueció a muchos, se escapaba muy rápidamente de las manos. La economía sevillana estuvo en todo momento intervenida con el objeto de servir de alimento a un fin superior: las guerras europeas que los Austrias emprendieron durante dos siglos, generalmente para salvaguardar su propio patrimonio dinástico, sobre todo en Flandes e Italia, y que en nada beneficiaron a Sevilla o a la propia Castilla.

Sevilla, vista de la ciudad en el siglo XVI

Sevilla, vista de la ciudad en el siglo XVI

En cualquier caso, la Sevilla del XVI es un momento y lugar fascinantes. Andrea Navagero, humanista italiano, además de político de bastante prestigio, mientras ocupaba el cargo de embajador veneciano fue invitado a Sevilla para asistir a la boda del Carlos I de Austria, el poderoso emperador Carlos V que había elegido la gran ciudad sureña para casarse con Isabel de Portugal. Tras su visita a Sevilla estuvo escribiendo sobre lo que vio, y entre otras cosas expresó: “Sevilla (…) se parece más que ninguna otra de las de España, a las ciudades de Italia”. Sevilla se había situado a la misma altura que las urbes más modernas del momento, las que crean tendencia, las que generan arte, ciencia y pensamiento, las cunas del Renacimiento.  Lo cierto es que el tiempo de Italia estaba pasando, el Mediterráneo quedaba poco a poco empequeñecido, y el tiempo de Sevilla y el Atlántico estaba sólo comenzando.

Sevilla, Monumento conmemorativo de la primera circunnavegación

Sevilla, Monumento conmemorativo de la primera circunnavegación

La ciudad del Guadalquivir se había situado, por méritos propios, en el centro de un acontecimiento que estaba cambiando Europa y América, pero que terminaría por arrastrar al resto del planeta. Un acontecimiento que ahora llamamos globalización, que los anglosajones y sus revoluciones industriales e imperios han consolidado en los dos últimos siglos, pero que si tiene un punto de origen, ése ha de ser Sevilla.

El primer imperio global nació con uno de sus pilares colocados en Sevilla, que fue ese punto del que partían tantas cosas, loables e infamantes: Esclavitud y plata, descubrimiento y conquista, ciencia y oscurantismo, riqueza y miseria, arte e inquisición. Todo podía pasar en Sevilla, pero mucho quedó por suceder.

Autor: José María Maesa para revistadehistoria.es desde http://insensateces-de-un-exiliado-cronico.blogspot.com.es

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Bibliografía:

La ciudad del Quinientos. Francisco Morales Padrón.

Orto y ocaso de Sevilla. Antonio Domínguez Ortiz.

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