Sevilla y Gomorra es noche, es fiesta, es juventud, es decadencia. Como dice el cantautor Nacho Vegas en su canción detener el tiempo, cuando nos hundimos en los bares hacemos que los días duren mucho más. Quizá tanto que parece que nos movemos en un nuevo espacio temporal en el que ya no hay tiempo, y sin tiempo la realidad es diferente, al menos por un momento. Porque lo de parar el tiempo no es para siempre y la euforia y la borrachera tampoco lo son.
La película es más profunda de lo que en principio asemeja. Es un autorretrato de una generación perdida. Una generación en crisis, que vive en un sistema en crisis que la agobia y asfixia. Una generación que mira al pasado, y que se evade del presente, porque no le gusta, no le representa. Una generación nihilista, sola, desamparada, huérfana de valores, sin una hoja de ruta clara, sin un futuro a la vista. En definitiva, una generación a la que le gustaría poder parar el tiempo y darle un sentido a todo, a su existencia: quienes somos, que hacemos aquí… ¿Y qué hacían aquí los romanos?
Los protagonistas de la película son curiosos, sensibles, críticos y están tristes. Profundamente tristes, tan tristes que necesitan vomitar todo ese sentimiento metáforica y literalmente. Esa escena final de catarsis estomacal es sin duda mi favorita. Junto a los planos subjetivos del director haciendo de las suyas por Sevilla logran dar el toque amargo y naturalista a la película. También me parecen muy acertados esos desenfoques, ese constante movimiento de cámara te hace sentirte un miembro más de la pandilla.
En conclusión, el alcohol las drogas y el desfase son una tirita, una tirita fiestera muy bonita que esconde un gran problema de fondo. Sevilla y Gomorra es una pequeña gran película que retrata un pequeño gran problema. 4/5⭑
Ano de produción: 2018, Países de produción: España, Guión: Ángel Filgueira, Montaxe: Ángel Filgueira, Produtora(s): Ángel Filgueira, Sétima