Revista Religión
I
A mí me ha dicho mi niño
una cosita al oído,
y al escuchar sus palabras,
mi cuerpo se ha “estremeció”.
Dime padre porque lloras
cuando la tienes delante,
si es tan guapa la Pastora,
Por qué a mí me hace feliz,
y a ti la pena te ahoga.
Y no supe responder
a mi niño chiquitito,
a ver que le digo ahora
si no se lo que me pasa,
cuando miro a la Pastora.
II
Tantas preguntas me hace
y yo no tengo respuestas,
Por qué le gruita la gentes
al paso de la carreta.
Dime padre que se siente
cuando estas debajo el paso,
que yo he visto a un costalero
con el cuerpo “dolorio”
y dando gracias al cielo.
Por mucho que yo te explique
tu no lo comprenderás,
ya te llegara la hora,
cuando estés debajo el paso
de la Divina Pastora.
III
En su cuerpo ya notaba
el paso firme del tiempo,
su cabecita en mi hombro
y su carita de sueño.
No quiero dormirme padre,
despiértame si lo hago
que ya va a llegar la hora,
que se abra de par en par
las puertas de la Parroquia.
Y en mis brazos se durmió
“cansaito” del camino,
con carita de alegría
seguro que estaba soñando
que estaba de romería.
IV
Yo tengo un niño que tiene
muy poquitas romerías,
y cuando llega septiembre,
cambia de la noche al día.
Quiero ponerme los botos,
madre dame la medalla,
prepárame ya el sombrero,
que siento que se avecina
el mes de los pastoreños.
Yo que no le digo “na´”
“pá” que sienta de esa forma,
juro por el Dios del cielo
mi niño antes de nacer,
ya se sentía pastoreño.
Antonio Portillo Daza