Supongo que se exigirá la ciudadanía y no solo el pasaporte para permitirse uno el lujo de ir a tomar un algo al local de referencia en compañía de profesionales del sexo; la propuesta de este empresario cansado de pagar impuestos, potenciará, sin duda alguna, el turismo en el país europeo, y hasta los españoles miramos con cierta envidia la iniciativa de este buen hombre.
La prostitución en Austria está legalizada y regulada y el motivo de tan curiosa queja por parte del empresario, reside, precisamente, en los elevados impuestos que soporta la actividad; refiere haber pagado unos cinco millones de euros en los últimos diez años, solo con relación al local en el que lleva a cabo oferta tan singular. Aclaró además, que soportará, durante el tiempo que dure la protesta, unos diez mil euros mensuales a cada una de las prostitutas que pierdan los ingresos correspondientes a los servicios prestados.
Al margen de lo anecdótico que tiene este asunto, invita a la reflexión el hecho de que la actividad en cuestión sea legal en un país como Austria, o en Holanda, mientras en otros pagos se sanciona a los clientes o, como en España, se deja en una cómoda situación “alegal” que conlleva una nada despreciable economía sumergida.
Desde este espacio se defendió siempre la legalización del oficio más antiguo del mundo, entendemos que prohibirlo es utópico, y la regulación de la actividad, además de conllevar unos interesantes ingresos en forma de impuestos para las arcas del estado, permitiría un control mucho más serio y adecuado del riesgo que supone la promiscuidad inherente a los servicios prestados.
Que le vaya bien a este caballero. De momento se publicó el asunto en la prensa de media Europa… o más.
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