La mujer que se pierde y se encuentra en otra piel, en la de él. La noche misma, no importa que no haya estrellas. La noche es mujer también, una dama terriblemente sexy si las circunstancias acompañan.
Esa otra mujer, nuestra protagonista, desnuda durmiendo bajo las sábanas con el pelo alborotado. Un desayuno en la cama. La mujer, que llevaba un little black dress la noche anterior, ahora se cubre con una camiseta de algodón, que le queda grande. Y sin sujetador, pechos libertarios. Pies descalzos.
La mirada de esa mujer, reflexiva y juguetona, esquiva a veces. Limpia y feliz. Su sonrisa, amplia y sin miedo.
A él le encanta, claro, el sexy femenino, pero no cualquiera, sino el de ella. Y ella, juega al despiste, se muerde los dedos algo inquieta. Se siente poderosa por lo que ve de si misma a través de los ojos de él, pero se muestra insegura y mimosa, tan frágil como sensual. No importan sus medidas no perfectas, las estrías, la celulitis maldita, alguna arruga incipiente y quizás otras ya asentadas. Porque la encuentra hermosa sin estridencias, irremediablemente sexy en femenino.