Revista Cine
Director: George Stevens
Al final el navegador que uso (al menos el modo incógnito, je, je...) es el desgraciado que me impedía ver las 'entradas relacionadas' que van bajo cada post; la dichosa herramienta nunca dejó de ser vista por ustedes, ¿y por qué nadie me avisó, snif? Debo estar más solo que el tipo de "Where is everybody?". Pero bueno, ¿de qué se supone que debo hablar? Oh, sí, ¡de westerns! Afortunadamente una buena hora de natación eliminó todo vestigio de dolor de cabeza, por lo que no había problema alguno en ver "Shane", el último western (noveno al hilo) que comentaremos por el momento. Pero antes, y en otro orden de cosas, Image Comics está lanzando los números de "Stray Bullets" y "The Walking Dead" el mismo día, lo cual no es nada del otro mundo, sólo lo digo porque voy a repetir que me encanta el cómic creado por David Lapham, no sólo por su inmenso y tremebundo entramado de historias ultraviolentas y crueles organizaciones criminales (además de personajes para el recuerdo, como Spanish Scott), sino porque también es un complejo drama que ahonda en la psiquis de sus personajes, retratados como personas comunes y corrientes (aunque sus actividades no lo sean), y buena prueba de ello es el número más reciente de su saga "Sunshine and Roses". Del cómic de Robert Kirkman diré que las primeras páginas de su número 169 hicieron un nudo en mi garganta. Volviendo al cine, hablemos, por favor, de "Shane".
"Shane" es una magnífica obra maestra del cine.
Magnífico Alan Ladd interpretando a Shane, el vaquero del que nada se sabe salvo que, a su repentina llegada a las tierras de un esforzado granjero, interpretado por Van Heflin, decide quedarse para ayudarle a levantar su granja y defenderlo de un grupo de matones ganaderos, cuyo líder es un bastardo que clama las tierras para sí, no dudando en intimidar, por medio de repudiables métodos, a todos los granjeros de la zona. Y es que no sólo busca apoderarse de lo ajeno, sino que además su figura representa una oscura y sombría amenaza sobre todo aquello que Shane, sin necesidad de esbozar palabra alguna al respecto, aprecia por sobre todas las cosas: la justicia, la honradez, el amor. Magnífica la trágica figura de Shane, el anti-héroe solitario y errante.
Magnífica Jean Arthur, quien, dicho sea de paso, no aparenta los más de cincuenta años que contaba al momento del rodaje.
Magnífico, pero también terrible y desalentador, el conflicto de esta película. Magnífica escritura de guión, magnífica construcción de personajes. Magnífica la pelea del bar como declaración de intenciones: no nos rendiremos, no nos dejaremos amedrentar, somos más poderosos que ustedes. Magnífica la escena en que Ladd y Heflin sacan, con la fuerza combinada de ambos, un molesto tronco ubicado en mitad de la granja: podemos lograr cualquier cosa. Magnífico el baile entre Jean Arthur y Alan Ladd; magnífica la relación, imposible de consumar, que crece entre ambos. Magnífico a la vez que indignante el tratamiento de la vileza y de la bajeza humana, coronado con la escena en que Jack Palance pisotea la dignidad de Elisha Cooke Jr.
Magnífica la atmósfera crepuscular del film (no en un sentido de "western crepuscular", etiqueta que no sabría usar, sino que por esa sensación entre fatalista y optimista que producen las profundas imágenes) ese tono elegíaco, el aura casi mitológico que surge de Shane, el halo de lirismo (un lirismo que hallamos tanto en el opaco paisaje enlodado como en las más coloridas praderas) que nace del fotograma. Tras su conmovedora sencillez, "Shane" contiene algunas de las más grandes reflexiones sobre la condición humana y sobre el estado de las cosas, reflexiones de una riqueza tan vasta como el horizonte por el que se pierde Shane, en busca de lugares en los que nunca ha estado...
Magnífica obra maestra, "Shane".