¿Arte callejero? | por Beatriz Lizana
Shanghai es lo más. Siempre la recordaré como la ciudad donde pasé el calor más sofocante de toda mi vida. La ola de calor que atizaba por aquellos días en China no se repetía desde hacía 100 años, y allí estaba yo para contarlo… Gabi Martínez ya describió este gigante asiático en su libro “Los mares de Wang”:
“Los prefijos híper, ultra, mega o súper emergían naturales. Había un plan para construir un superpuente de veintinueve kilómetros que uniera los extremos del delta. Un plan para un hipertúnel submarino de doscientos kilómetros que uniera Shanghai con Taiwán. Tenía el astillero más grande del mundo. La noria más grande del mundo…”
A todo lujo por Shanghai
Caminar por las calles de Shanghai es complicado. Puede parecer una ciudad normal, a la que estamos acostumbrados los occidentales, con sus muchos coches en una carretera de cuatro carriles y sus orillas repletas de hoteles, restaurantes y edificios de unas 15-20 plantas como mucho… Pero mi concepto se desvanece cuando al caminar por la acera te encuentras de frente con una moto que en vez de frenar pita sin descanso para que te apartes de su camino. O peor, que venga por detrás y no te pite. Motos, bicis, gente loca que va en dos ruedas por una acera bien estrecha y que le importa poco si hay personas que intentan caminar por ella.
Trasladarse en el metro de Shanghai es complicado. A pesar de ser última tecnología y parecer que se estrenó hace dos días, imagínate cómo es la red de metro de una ciudad de más de 20 millones de habitantes. Por suerte no llegué a toparme con ningún hombre de aquellos cuyo objetivo profesional principal es apretujar a la gente adentro del metro, como si fueran sardinas en lata. Incluso el aire acondicionado era excesivo, tanto como para hacerte tiritar. Al menos el precio no fue desorbitado. Aunque dependía del número de paradas de tu trayecto, al cambio serían entre 30 y 50 céntimos de euro.
Nanjing Road, probablemente una de las calles donde se gasta más energía en luz y aire acondicionado del planeta
China también muestra su magnificencia con un enorme derroche de energía y un márketing de ensueño. Si de día te puede doler la cabeza por los cambios de temperatura, por la noche en Shanghái te dolerá el cuello de mirar sus enormes moles de hormigón y acero. Decenas de rascacielos tragados por el cielo y miles de tiendas encienden sus decorados para lucirse ante la mirada del mundo, que está expectante ante esta creciente Nueva York asiática.
¿Barcos piratas?
Primera línea de playa-río
Shanghai es lo más. En todo. Todos los días nos ha llovido con puntualidad británica, la misma tormenta a la misma hora. También ha sido el país en el que más segura me he sentido. ¿Ejemplos? Los dependientes se quedan dormidos en sus puestos de trabajo y en los supermercados no hay control de acceso. ¿Más? Los perros policía son adorables cockers spaniel. La caja fuerte de muchos autobuses son baúles de plástico sin tapa en los que se acumulan cientos de yuanes al alcance de cualquiera. Y así hasta el infinito.
Esta ciudad será el centro del mundo en breve, si no lo es ya.