She

Ella ya no tiene miedo
porque se hizo inmortal
gracias al coraje de merecerlo.
Y ya no le recuerdo que brille
porque deslumbra al mundo de un bostezo.
Pero vigilo de cerca el trazo de su vuelo,
las coordenadas precisas de magia oreada.
Como quien sabe de ángeles y prescinde de dioses.
No por nada, por si de pronto,
desprotegida del enderezo,
necesita que le arrebate un pendiente de un beso
al susurrarle que no la suelto.
O le descabalgue una jodida estrella del cielo
más que por romanticismo, para dejarla vía libre.
Dejo pasar de largo todos los taxis de la madrugada
y los trenes, y las balas, a sabiendas de que no viaja en ellos.
Porque los únicos días en que vale más no salir de la cama
 son los que ella duerme a mi lado.
A ella la vida le queda tan bien como un guante de boxeo
y atesora bajo su corazón y sus bragas
todas las revoluciones hermosas que el mundo ha olvidado.
El tiempo es un vivero inmenso de plástico
alimentando ejércitos de hijos de puta.
Pero ella conoce los engranajes de la risa en defensa propia
y le saca la maligna lengua a mis poemas tristes de saldo.