Autor: Rubén Salazar Espino
Culpar a la señora Sheinbaum de la vorágine violenta con la que inició su gobierno sería imprudente, pero exigir acciones inmediatas para solucionar la problemática, eso sí que es válido.
La violencia en el país no para; todos los días nos seguimos enterando de homicidios, secuestros, asaltos y desapariciones. Y es en este tenor, que la Ciudad de México (CDMX) no se ha podido mantener al margen del incremento en la inseguridad.
Hace apenas unos 20 años, la capital mexicana era considerada una ciudad relativamente tranquila a comparación de lo que ya se empezaba a dar en algunas zonas de la República. Sin embargo, fue a partir de la “guerra” que Felipe Calderón inició en 2006, que la CDMX (en ese entonces Distrito Federal) empezó con una descomposición evidente en materia de seguridad.
De pronto, durante el inicio del mandato federal Calderonista y de Ebrard como jefe de gobierno, los capitalinos nos fuimos enterando, a través de detenciones de importantes capos (La Barbie, El Indio y El Compayito, todos ellos ligados a los Beltrán Leyva) de la existencia de cárteles que operaban en la zona conurbada de la ciudad; y fue entonces que no tardaron en aparecer cuerpos con narcomensajes. Sin embargo, fue en 2012, con la llegada de Miguel Ángel Mancera a la jefatura de la capital, cuando los grupos criminales salieron completamente de las sombras para mostrarse de una manera más clara.
Durante la administración de Mancera, la violencia se disparó abruptamente. Entre 2012 y 2018, se registraron alrededor de 5,400 homicidios (1000 más que en el sexenio de Marcelo Ebrard), sin embargo, hoy sabemos, por información del nuevo gobierno, que dichas cifras fueron maquilladas para aminorar el número. Es decir, la cantidad de asesinatos fue aún mayor de lo que declaró el gobierno perredista. Todo esto sumado al robo a transeúnte, secuestros, feminicidios, venta de drogas, extorsiones, etc., contribuyó a que al mandato de Miguel Ángel Mancera lo recordemos como el más violento en la ciudad desde que se realizan mediciones al respecto.
Pues bien, hoy, bajo la administración de Claudia Sheinbaum, las cifras no han cesado sino todo lo contrario, van a la alza, (tan solo el inicio de año es ya catalogado como el más violento con el 80% de aumento en homicidios dolosos).
Culpar a la señora Sheinbaum de la vorágine violenta con la que inició su gobierno sería imprudente, pero exigir acciones inmediatas para solucionar la problemática, eso sí que es válido.
Sabemos perfectamente que la gobernadora de la CDMX heredó una guerra entre cárteles que se identifican como originarios del barrio de Tepito; que recibe una policía infiltrada por las mafias; y que el aparato de justicia está podrido. Sin embargo, explicar la violencia con teorías conspirativas en las que se trata de inducir a la ciudadanía con el discurso de que esto se debe a una campaña en contra del gobierno de MORENA, es lamentable.
Aun cuando Claudia Sheinbaum ganó la elección más por el efecto López Obrador que por sus propuestas o identificación con los votantes, adquirió una responsabilidad de la que, supongo, tenía conocimiento de que no sería fácil; hoy, cuando se encuentra en el poder no debe justificar la incapacidad con argumentos endebles. La CDMX vive una grave crisis de inseguridad, y requiere de las decisiones claras y responsables que la ciudadanía espera de su gobierno.
Esperar a que por arte de magia o que por medio del discurso reconciliador de AMLO la delincuencia se reconvierta al “buen camino”, no solo es iluso sino que resulta patético. Sería bueno que la gobernadora de la capital empiece a entender que ya no es oposición y que un gobierno de izquierda, el cual dice representar, también está obligado a aplicar la ley y sobre todo, velar por la tranquilidad de los ciudadanos.