Revista Cine

Shivers - 1975

Publicado el 08 junio 2016 por Jimmy Fdz

Director: David Cronenberg
He dejado pasar mucho tiempo para comentar "Shivers", tercer largometraje de David Cronenberg. No sé si la vi el sábado o el domingo, pero la verdad de las cosas es que ahora mismo no sé muy bien qué decir; como sea, supongo que debo hacer mi mejor esfuerzo. Es curioso que usualmente me llegue el "bloqueo" con las películas que me gustan, como si de repente olvidara qué me gustó tanto y/o porqué, mientras que comentar negativamente es lo más fácil del mundo. Mucho más fácil es rellenar cada entrada con líneas y líneas de cháchara, o chat stew, una de mis secciones predilectas del ya terminado programa The Soup. So meaty... Y el body horror y lo demás, una delicia asquerosilla. Vi "Shivers" al desayuno.
En un lujoso y aislado edificio, los habitantes comienzan a ser víctimas de los efectos de extraños parásitos, efectos que tienen que ver con el caos y la amoralidad, por decir poco.
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Uf, pero qué genialidad es "Shivers", viejo. Una depravada y malsana película, una perversa salvajada que descoloca sin recurrir a efectismos o alevosos golpes de efecto, tan comunes en el género de terror, aunque hay que decir que "Shivers" no es una película de terror cualquiera, de hecho diría que no es terror-terror así como para dar saltos, más bien es algo así como un terror sustancial, más de fondo que de forma. No es extraño tomando en cuenta que hablamos de Cronenberg, que vuelve a aplicar sus intereses y obsesiones (enfermedades psico-corporales -¿existe dicha clasificación?-, experimentos fallidos, teorías científico-sociológicas, conductas primitivas, corporaciones invisibles y todopoderosas, deconstrucción de la moral...) pero de manera más depurada y precisa, no tanto como un denso texto sino como un verdadero relato cinematográfico. Tampoco es un relato convencional o de manual, pero la lógica narrativa es simple pero efectiva: dejar que la locura atávica se apodere del edificio, de los habitantes, del cuerpo; entre tanto, este decadente descenso infernal se irá organizando a través de un puñado de personajes que o investigan qué demonios pasa, o intentan luchar contra ello, o simplemente ven cómo son dominados por sus instintos mientras se unen a la espiral de violencia y sexo y, desde luego, amoralidad. Porque todo principio valórico se pierde, es consumido por la bestia interior.
Demás está decir que, por más distanciado que sea el estilo de Cronenberg (poco empático, algo intelectual, nada genérico), la experiencia igualmente resulta aterradora, toda vez que los atroces actos que se van cometiendo no son sólo morbosas escenas sino que una especie de metáfora, de crítica, o una cruda y seca exploración de la naturaleza humana no regida por prismas sociales-morales: ¿un transparente pero vil retrato o un confuso reflejo deformante? Digo, todo el asunto de "parásito que toma control de su portador" es notoriamente decidor si luego observamos que los habitantes del edificio son, claramente, parásitos del mismo, que pasa a ser otro cuerpo, ¿un símbolo del mundo, la naturaleza, la sociedad? Lo tenía más claro terminado el visionado, pero bueno, son las consecuencias de dejar pasar el tiempo... En cualquier caso, la figura de la putrefacción interior que se expande más allá de los límites da para reflexionar bastante, creo yo. Y ojo que no todo es sangre ni tampoco blanco y negro. Si he de continuar con las lecturas, añadido a la crítica al carácter parasitario del ser humano, también podemos leer una crítica al conservadurismo de fondo (y al superficial, claro) del ser humano, aunque como digo, Cronenberg no está para postulados simplistas y reduccionistas, pues bajo su ojo clínico analiza una amplia gama de conductas y pulsiones humanas, tanto en lo sexual como en lo moral y lo familiar y lo-que-sea. Por último, no dejar de lado al aspecto estrictamente formal, como el brillante e inquietante uso del montaje, o una puesta en escena asfixiantemente tensa y enrarecida. Hay escenas que valen oro, que son oro puro; eso de vomitar parásitos (ya quiero ver cabezas explotando, uy)... Memorable.



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