A todos nos gusta ir de tiendas, o a casi todos, pero no es lo mismo ir a comprar dulces a un supermercado, libros a una librería de una cadena conocida, o ropa a unos grandes almacenes, que hacerlo en esa pequeñas y curiosas tiendas que a veces nos encontramos sin esperarlo. En las que aquí os enseño, no sólo compras sin más, sino que te deleitas como si estuvieras viendo un monumento o visitando un museo. Y, no digamos, si compras un cuadro pintado con café en un tenderete montado en plena calle.
Además no sólo es la vista el sentido que disfruta, sino también el olfato, pues el olor en este tipo de sitios es más intenso, más auténtico. En las pastelerías es más dulce; en las librerías más a viejo; en los anticuarios a polvo, madera, flores secas y un ligero aroma a algún antiguo perfume. Los tenderetes huelen a gente que pasa, a piedra de los muros, a las flores que cuelgan de un balcón, a barrio, a sol...
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