Revista Cine
Vidas anónimas
Raymond Carver fue un escritor que debía de tener una visión bastante pesimista de la vida, o por lo menos eso es lo que transmitía a través de sus relatos, un género en el que destacó sobre todo dentro del movimiento literario estadounidense llamado "realismo sucio" (como el escritor Charles Bukowsky), que surgió en los 70, siendo reconocido como un verdadero maestro. Dos años después de su fallecimiento, ocurrido en 1988, el director estadounidense Robert Altman descubrió su obra y le interesó tanto que leyó todos sus cuentos. Su intención posterior fue adaptar al cine algunas de sus historias y para ello contó con la aprobación y la ayuda de Tess Gallagher, la viuda del escritor estadounidense. Ella estuvo muy de acuerdo con sus ideas y le comentó, como curiosidad, que a su marido le gustó mucho una de sus películas, Nashville (1975). Y, seguramente, a raíz de esa relación que mantuvieron durante la preparación del film, en la que hablaron y se enviaron mucha correspondencia, ella debío de ser una de las piezas clave en cuanto al buen resultado del film Short Cuts (Vidas cruzadas) (1993).
Esas vidas que vemos en la película están basadas en una antología de nueve cuentos y un poema de Carver (publicada posteriormente con el mismo nombre que la película), que Altman supo trasladar a la gran pantalla, aunque con ciertos cambios. Mezcló varias historias por las que decidió trasladar la localización del noroeste del Pacífico al sur de California, en ciudades y barrios del condado de Los Ángeles, siendo una manera más fácil de conocerse fortuitamente los personajes, de los que Altman se inventó alguno con la ayuda de su coguionista Frank Barhydt, siempre con la aprobación de la viuda de Carver e intentando mantener ese aspecto sombrío que al malogrado escritor parecía interesarle tanto (aunque algo más optimista), destacando algunos detalles de esas vidas que pasaban por su mente y que los describía con gran habilidad y sencillez. Se centraba principalmente en algo curioso o más bien negativo de la rutina diaria de parejas que, a menudo, se empeñan a sacar a la luz secretos del pasado, mostrando claramente que pasan por algún momento crítico. Es por eso que es bastante complicado plasmar claramente el universo peculiar de Carver, cuyos cuentos no tienen un final redondo sino que dejan al espectador con la simple idea de que se imagine él mismo el futuro de cada uno de esos individuos.
Para esta película coral, donde van pasando y entrelazándose varios personajes, Altman volvió a contar con un amplio reparto de actores, como ya hizo en su anterior trabajo, la espléndida El juego de Hollywood (1992), entre los que estaban algunos que volvieron a repetir en este film, como Tim Robbins y Andie MacDowell. De los veinte restantes actores se encuentran, entre otros, Chris Penn, Robert Downey Jr., Frances McDormand, Mathew Modine, Madeleine Stowe, Julianne Moore y Jack Lemmon. Hay que decir que sus interpretaciones son muy correctas y que para Altman los mismos actores fueron unos colaboradores cruciales para el desarrollo de la película. Sin embargo, es verdad que algunos de sus personajes están algo desdibujados o al espectador le da la sensación que tardan en volver a aparecer en algún momento de la película, aunque eso no afecte al resultado general. Y entre los personajes inventados, el más importante sin duda es el de Annie Ross, ya que sus escenas en las que canta con su banda en un club (es cantante de jazz en la realidad) son fundamentales para Altman, siendo un punto de enlace perfecto para diferentes momentos de la película y que se usó muy bien en el montaje. Esto se puede ver perfectamente en el gran inicio del film, con las letras de crédito, en el que Altman va mostrando a todos los protagonistas de la película mientras el personaje de Annie Ross va cantando en el club y unos aviones fumigan gran parte de la ciudad de Los Ángeles a causa de la aparición de la mosca de la fruta.
Sin duda, la dirección de Altman también hay que tenerla muy en cuenta, eso por supuesto, aunque en algún momento utilice un zoom demasiado exagerado para acentúar o destacar algo y, sobre todo, choque soberanamente cómo está rodado el momento en el que es atropellado el hijo de la pareja que forman Andie MacDowell y Bruce Davison. Ese plano está filmado a cierta distancia del coche y visto desde atrás y se nota descaradamente que el chico está bastante más lejos que el coche justo cuando lo atropella. Pero esto es un pequeño reparo en cuanto al global de la película ya que el director estadounidense sabe utilizar una puesta de escena inteligente, variando de plano y moviendo muy bien la cámara, acercándose a veces lentamente a sus personajes para centrarse en algo que están contando o pensando. Por eso no es de extrañar que fuera nominado al Oscar al mejor director, igual que la película consiguiera el León de Oro en el Festival de Venecia (junto con Tres colores: azul). Y es que Short Cuts (Vidas cruzadas), a pesar de sus tres horas de duración, consigue interesar al espectador al entretejer muy bien varias historias y personajes, y aún perdiendo algo del carisma que tienen los relatos de Carver, dada la dificultad de la propuesta la película mantiene bastante bien el pulso narrativo, pasando con mucha destreza por todas las historias gracias sobre todo al mencionado gran montaje. Además, sin ser la pionera de este tipo de historias, es considerada una de las mejores y más representativas películas corales de la historia del cine.
"Varias historias basadas en escritos de Raymond Carver que forman una de las mejores películas corales de la historia del cine"