Bienvenidos al gran show: la Presidenta es una estrella del stand-up
La comedia en vivo o stand-up comedy comenzó a finales del siglo 19, a lomo del vodevil, los monólogos humorísticos de maestros como
Mark Twain y los shows de los payasos de circo. En USA, los padres de lo que devino en género estuvieron en los días de la radio: Jack Benny, Fred Allen y Bob Hope. La mujer subió al escenario con Phyllis Diller, y le abrió las puertas a Joan Rivers, Lily Tomlin y Roseanne Barr. Estrellas del género llegaron a
Hollywood como Robin Williams,
Eddie Murphy y
Billy Crystal. Y
Chris Rock. En la Argentina, fueron notables los monólogos de Tato Bores. También los de Enrique Pinti, Antonio Gasalla y Jorge Guinzburg. Entre las mujeres, Gabriela Acher. Hay una nueva generación de comediantes en vivo hoy día, pero la reina del género es Cristina Fernández de Kirchner, no hay duda al respecto.
La presidenta Cristina Fernandez y el minbistro Florencio Randazzo durante la presentacion de los nuevos trenes de la linea San Martin en la lestacion Saenz Peña. (Foto NA: Cesar Auspitz)
por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
CIUDAD DE
BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). El regreso del abuso de la cadena nacional por parte de Cristina Fernández ha mostrado varias sorpresas:
stand-up, confesiones sobre los efectos secundarios sobre el consumo de arroz,
“Intoxicados” para cerrar actos oficiales, hacer promesas de bitrenes (tal como en el pasado hizo
Carlos Saúl Menem con un cohete que uniría Córdoba con Japón); o anuncios que, al día siguiente,
no son registrados ni por los propios diarios oficialistas y hacen montar en cólera a la Presidente de la Nación (como la “inversión” de $ 2.000 millones para combatir los efectos de las adicciones).
Pero la sorpresa también llega a los funcionarios más cercanos a Cristina Fernández, quienes no entienden muy bien la estrategia oficial que hay detrás de algunas declaraciones, de algunas presentaciones o de algunas decisiones (como el renombrar el salón
Cristóbal Colón), que
no tienen impacto ni en las filas kirchneristas y, menos, en la oposición.
No son pocos los analistas que aseguran que,
desde comienzo de año, Cristina Fernández ha moderado su discurso y ella ha ingresado en la senda de las medidas económicas ortodoxas con el objetivo de seducir a la clase media y recuperar imagen e intención de voto entre ellos. Si es así,
las encuestas muestran que el fracaso es inmenso y que, luego de 4 meses de esfuerzos, no hay el menor signo de cambio de tendencia en el enojo con quienes abandonaron el kirchnerismo y el cristinismo y, menos, de aquellos que nunca abrevaron en el oficialismo.
Mostrar una Presidente de la Nación con discurso más
“aniñado”, con actitudes
cuasi adolescentes y con participaciones en redes sociales en extremo informales
tampoco parece generar interés o adhesión de los votantes más jóvenes, ese
nicho entre los 16 y 24 años al que tanto apostó el kichnerismo para las elecciones de Octubre 2013
(y que le dieron la espalda) y que vuelven a jugarse para la votación del 2015, como si fueran el último recurso electoral que tuvieran para intentar perdurar en la política.
Tampoco en las filas
progresistas parece impactar el nuevo tipo de discurso y presentación mediática de la Presidente de la Nación.
En cierto sentido, el lanzamiento del Frente Amplio UNEN permite a los votantes progresistas arrepentidos de su paso por el kirchnerismo de volcar su sufragio en internas cerradas y las elecciones abiertas del año que viene. Es decir, vuelven a tener a su disposición una opción electoral con fuerte potencial político, que va por afuera del oficialismo, algo que no pasaba hace, por lo menos, desde hace 4 elecciones (cuando Elisa Carrió fue la 2da. candidata más vota a Presidente de la Nación).
Ocurre que
las causas de la pérdida de votos del cristinismo y del kirchenerismo desde 2011 para acá están más allá del estilo presidencial, del
relato o de los simbolismos con los que trabaja Cristina Fernández y su Gobierno.
Es el deterioro económico y sus consecuencias en el poder adquisitivo de las familias las que han horadado la credibilidad y confianza en el oficialismo. Como le dijo Bill
Clinton a
George Bush padre:
“Es la economía, estúpido”.
El kirchnerismo dejó de ser fuerte el día que murió Néstor Kirchner. El cristinismo alcanzó su máximo poder cuando se alcanzó la reelección en 2011. Desde entonces, el kirchnerismo intenta
sobrevivir (el fracaso de “Unidos y Organizados” es una muestra) y el cristinismo no ha pasado de ser una estructura política y juvenil (La Cámpora)
rentada, con
escasas posibilidades de trascender la fecha en que se dejen de cobrar las sueldos oficiales que hoy incentivan adhesiones y militancia.
La suspensión del anuncio de las cifras de pobreza e indigencia anunciado por el ministro de Economía,
Axel Kicillof, pero por orden directa de la Presidente de la Nación; puede ser tomado como la fecha en que murió el relato. Ahora, que se prometa informar sobre nuevas series estadísticas desde 2004 hace sospechar que el pasado fue
“dibujado” y que se intenta dejar como
“herencia” otro
“dibujo” más creíble, pero
“dibujo” al fin.
Que el Gobierno intente reconstruir su propio pasado es el mayor indicador de que no tienen futuro y que están preparando el camino de retirada. Y aquí se plantea un problema adicional:
¿Sabe Cristina Fernández como administrar su propia decadencia política? Después de casi 25 años de carrera política de subir en la escala de poder, ¿tiene en claro cómo ceder el espacio que hoy ocupa a otro que, quizás, no sea de su elección?