Van llegando, poco a poco, pero al final acaban por dejarse ver. Una pena que este año les esté costando mucho más que la temporada pasada (una de las mejores cosechas de los últimos años). Por fin asoman las películas que se quedarán grabadas en la retina, que harán de ir al cine una de las experiencias más hipnóticas existentes y cautivarán la mente, la imaginación y el corazón del espectador, hasta hacerle olvidar que lo que está viendo es sólo una sucesión de fotografías a gran velocidad. Si la magia del cine funciona, la plenitud en la sala se siente, como en el caso de Shun Li y el poeta.
En la semana más veneciana del año, mientras se celebra el festival internacional de cine más antiguo del mundo (la primera edición de la Mostra data de 1932 y, sorpresa, el segundo con más tablas es el de Moscú, tres años después) es el momento ideal para presentar esta película que centra su acción en el sur de la laguna de Venecia, en el puerto pesquero de Chioggia.
Cada imagen, frase o acción de este film funciona al ritmo de una cascada de sorpresas, acompañadas de gestos retenidos que hablan por sí solos, situaciones que nunca caen en la facilidad y dos actores excepcionales que se comen la pantalla. Desde la primera imagen de la “laguna veneciana” hasta la “luz final” la película despliega la sensibilidad del experto que conoce muy bien de lo que habla y del artista que sabe perfectamente expresarlo.
Una situación sencilla, una mujer china que debe ocuparse de un bar de barrio italiano, alcanza desde la intimidad la fuerza de una reflexión global, jamás sin pretensiones ni púlpitos. El encuentro de los habituales con la nueva camarera y las situaciones personales de cada uno de ellos se enredan para mostrar los límites de la integración, el difícil equilibrio de la diferencia de culturas y la multiculturalidad de nuestras ciudades. Sin duda, una de las mejores sorpresas y películas del año. De visión indispensable.
Para muestra un botón: este fotograma contiene la película entera (como en todo film que se precie, la unidad refleja el todo). El abrazo protector (¿o algo más?) del hombre, la impotencia en las manos de la protagonista femenina (¿o desilusión?), la red como útil de trabajo y también obstáculo que atrapa, inmoviliza e impide avanzar (perfecto equilibrio en los colores, en gran pantalla el resultado es sublime), la ciudad detrás de los actores poniéndoles techo (igual que utilizaba las montañas John Ford en muchas de sus películas) y una apertura lateral de la laguna como posible salida (¿habrá o no final feliz?). Respuesta próximamente en el cine: nadie debería perdérsela esta joyita.