Educar no es controlar aunque muchos padres y madres no saben relacionarse de otro modo con sus hijos. Ésta es una de las muchas cuestiones que plantea Tania García en “Educar sin perder los nervios. Guía emocional para transformar tu vida familiar” y que conforma el segundo capítulo de este maravilloso y necesario libro. Publicado por la editorial Vergara del grupo Penguin Random House.
Ciertamente si educar no es controlar ¿por qué necesitamos controlar tanto a nuestros hijos? Tania García da su visión sobre el tema de una forma muy cercana y acertada. Leyéndola no he podido más que reflexionar sobre este tema, cosa que me ha impulsado a escribir este post a la vez que te recomiendo el libro, del pronto podrás leer la reseña completa aquí. Pero vamos al tema que nos ocupa: entender la educación de nuestros hijos lejos del control que ejercemos sobre ellos.
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Para empezar a enmarcar este asunto deberíamos formularnos una cuestión previa que no es otra que : ¿Qué nos impulsó a ser padres? Ante esta pregunta cada uno de nosotros responderemos de una forma muy distinta pero seguro que entre todas nuestras respuestas no encontraremos ninguna que diga “para controlar a mis hijos”.
El inicio de la confusión: cuándo educar pasa a ser controlar.
Es improbable que nadie desee tener hijos para controlarles pero lo cierto es que una vez tenemos a ese pequeño ser entre nuestros brazos ocurre algo muy curioso: nos invade el miedo y necesitamos tenerlo todo bajo control.
Y aquí empieza todo. Veámoslo con más detalle.
Desde los primeros días hasta más allá de la adolescencia
Desde los primeros días de vida de nuestro hijo o hija empezamos a ejercer un control excesivo sobre ellos. Y ese control no es otra cosa que el intento de contener nuestros propios miedos. Miedo a no ser buenos padres, miedo a que no sean felices, miedo a que no lleguen a ser quienes nosotros planeamos que sean, miedo a que no tengan un buen futuro, miedo a que suspendan, miedo a que otros padres nos juzguen … y así hasta el infinito y más allá.
Sí, ya desde el mismo inicio de nuestra paternidad o maternidad, en la gran mayoría de casos (entre los que yo misma me incluyo) pasa lo siguiente:
- Queremos controlar sus ritmos biológicos de sueño y alimentación.
- Intentamos controlar sus emociones.
- Tratamos de controlar sus estudios.
- Deseamos controlar sus amistades.
- …
En definitiva pretendemos que piensen, sientan y actúen como nosotros lo haríamos y nos olvidamos que nuestros hijos son personas diferentes, únicas y singulares. Al no cumplirse nuestras expectativas nos genera profundo sentimiento de frustración.
Te explico punto por punto qué ocurre y te invito a que reflexiones junto a mí y que luego me escribas si lo crees necesario. Debido a un problema técnico parece ser que los comentarios no funcionan por lo que te invito a escribirme que encontrarás en el apartado contacta conmigo.
Queremos controlar sus ritmos biológicos de sueño y alimentación.
Ya desde un primer momento queremos que nuestros hijos coman y duerman cuando nosotros decidamos, pero lo cierto es que los bebés y los niños, como personas independientes que son, tienen sus propios ritmos. Y éstos no suelen coincidir con los nuestros. Y aunque los hábitos y las rutinas ayudan mucho a sincronizarnos, no siempre se cumplen nuestras expectativas.
Lo sabes bien, porque así lo vives o lo has vivido. A veces nuestros hijos no tienen hambre y se niegan a comer. En otras ocasiones no quieren dormirse si no es en nuestra cama o en nuestros brazos. Situaciones que, por lo general y debido a nuestro propio cansancio, suelen frustrarnos y enfadarnos. Situaciones a las que nos enfrentamos sin saber cómo actuar. Y como que no existe manual de instrucciones ni fórmulas mágicas que nos digan cómo proceder acaban generándonos más confusión, ansiedad y necesidad de control.
Y lo mismo ocurre en los siguientes puntos, porque es el miedo a no saber qué hacer o la ansiedad que nos produce no saber si lo que estamos haciendo está bien lo que nos empuja a querer tenerlo todo bajo control.
Intentamos controlar sus emociones.
Sobre los 2 años sucede que llega ese momento en el que nuestros hijos empiezan a ser más conscientes de su propio yo. Es justo en este momento en el que suelen iniciarse las temidas rabietas. Esa forma de expresar su desacuerdo o frustración que los padres no entendemos y que deseamos evitar a toda costa. (He escrito mucho sobre ellas, si deseas saber más puedes leer mis artículos al respecto en este link: rabietas)
A los padres nos cuesta mucho a estar las emociones desagradables de nuestros hijos. No queremos que se enfaden, ni que lloren, ni que tengan miedo … de modo que intentamos controlar todas sus emociones y lejos de ayudar a gestionarlas tendemos a reprimirlas y a negarlas. Algo totalmente contraproducente que genera más frustración en los pequeños y en nosotros mismos. En este sentido te recomiendo el post Cómo ayudar a los niños a gestionar sus emociones, en el que verás que una de las cosas más importantes que debemos hacer es aceptar y validar sus emociones, a la vez que las identificamos y nombramos. Pero este es otro tema y no deseo desviarme.
Tratamos de controlar sus estudios.
Y ¿qué me decís de cuándo empiezan el cole y deben estudiar y hacer deberes? Este es otro de los momentos clave y del que tanto hemos hablado y debatido psicólogos, maestros y profesores. Padres helicóptero, madres tigre, y un sin fin de padres y madres sin etiquetar que cada día se sientan al lado de sus hijos para hacer con ellos los deberes y ayudarles a estudiar.
Porque este es otro de los grandes miedos que sentimos los padres de hoy en día y que expresamos en forma de control excesivo sobre nuestros hijos: miedo a que nuestros hijos no saquen buenas notas o lo que es peor: que no sean los mejores.
Y aquí me permito citar a Cristina Guitiérrez Lestón, experta en educación emocional, y haceros la reflexión que ayer en su ponencia en el Emotour19 nos planteaba: ¿Qué queréis para vuestros hijos: que sean los mejores niños del mundo o que sean los mejores niños para el mundo? Y sin duda mi respuesta es clara, yo no quiero el mejor niño del mundo, deseo educar a mis hijos para que sean los mejores niños para el mundo. Pero … ¿cómo se hace esto? En primer lugar dejando que tomen sus propias decisiones y que permitiendo que se equivoquen, alimentando su autoestima, nutriendo su confianza, … y por supuesto no proyectando nuestros miedos y frustraciones sobre ellos.
Deseamos controlar sus amistades.
El control de las amistades es otro de los grandes temas. No son pocos los padres que se dedican a escoger los amigos perfectos para sus hijos desde el mismo día que entran en el aula de educación infantil. Padres y madres que buscan el amigo ideal para su hijo se codee con lo “mejorcito” y se aleje de lo que consideran menos recomendable. Por decirlo de una forma elegante.
Y es verdad que las malas compañías pueden ejercer una muy mala influencia en una etapa crucial como es la adolescencia. No lo negaré, porque sería mentir. Sin embargo, si los padres hemos ejercido de padres y hemos educado en lugar de controlado habremos sabido transmitir las herramientas necesarias para que nuestros hijos sepan escoger quienes son las personas más adecuadas con las que desean compartir su camino. Y ¿cuáles son estas herramientas? Autoestima, autoconfianza, asertividad, empatía, en definitiva habilidades sociales, o lo que es lo mismo: inteligencia emocional. Algo que no se aprende cuando no te dejan ser quien eres y te controlan excesivamente.
Educar significa guiar, ser luz en la oscuridad no control y dominio
Educar no es controlar y dominar. Educar significa guiar y ser luz en la oscuridad. Educar es ofrecer oportunidades de desarrollo, confiar en el otro, permitir que aprenda de sus errores. Y aunque es cierto que los debemos poner normas y límites, porque son absolutamente necesarias para nuestros hijos crezcan de un modo equilibrado, estable y seguro, confiando en nosotros, no debemos confundirnos y ejercer nuestra autoridad con autoritarismo.
Para educar sin dominar debemos gestionar nuestros miedos. Ser más empáticos con nuestros hijos, escucharlos más y castigarles menos. Desarrollar nuestra propia inteligencia emocional para poder ayudarles a ellos. Nuestros hijos necesitan padres que les escuchen, que acepten sus emociones, que las validen, que les ayuden a identificar lo que sienten, que les ofrezcan alternativas de conducta. Nuestros hijos necesitan padres menos asustados que promuevan su independencia, autonomía y seguridad en ellos mismos. Y esto, queridos papás y mamás, no se consigue con control y dominio.
Para terminar os dejo con algunos de los libros de las autoras citadas en este post: Tania García y Cristina Gutiérrez Lestón. Os aseguro que con ellas aprenderéis mucho sobre educación emocional, un tema que como padres y madres interesados en educar y no en controlar se hace totalmente imprescindible formarnos.
Te invito a compartir este post en tus redes sociales para que pueda llegar a más personas como tú, preocupadas en la educación de sus hijos, estoy convencida que si te ha gustado mi artículo lo harás. Ayúdame a llegar más allá de dónde puedo llegar sola. Pero antes e irte te dejo con mis últimas entradas por si te apetece seguir acompañándome
- Los atrevidos, cuatro historias para gestionar tus emociones
- Escuela de fantasía, reflexiones sobre educación
- Cuadernito de escritura divertida
- Beneficios de los puzzles para los niños
- La importancia de la alimentación en las familias españolas
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