Creer en lo infinito es cautivador, te abre una y mil posibilidades de lo que puede o no suceder en tu vida, ¿y si no solo existimos sino que nos renovamos?, tal vez mudamos de piel, como las serpientes, pero nosotros cambiamos de cuerpo, y nuestra alma es constante, sin embargo no recordamos nada, aunque no pensemos igual sobre esto y lo otro, terminamos siendo una persona diferente, con una misma alma, un mismo ser; tal vez sintamos diferente, veamos algunas cosas de otra manera, pero siempre una vida nos atará a la otra.
Eso explicaría el porque de lo inexplicable, y si ves a un individuo y sientes esa conexión de alguna parte que no puedes entender, tal vez ese ser ya lo conocías pero ese cuerpo jamás fue visto, si muere alguien que no conoces y percibes una tristeza profunda que te agobia y no entiendes por qué sucede, tal vez ese espíritu lo amaste no en este momento pero sí en otro, y si en otro instante fuiste valiente y fallaste o te fallaron entenderías el porqué de tu cobardía. Si tal vez tu antiguo cuerpo quedo con dudas y tu ser no lo recuerda he ahí la razón de tu curiosidad por lo absurdo.
La pregunta aquí es ¿podrías amar el mismo ser, la misma alma durante todas tus vidas, recordar lo irrecordable, sentir lo que una vez sentiste?, tal vez se suele olvidar su rostro, su cuerpo, sus besos, pero y ¿si recuerdas su olor? y si te pasas toda una vida de tantas buscando una mirada que te haga sentir lo que no recuerdas haber sentido, ¿será posible saber cuándo la veas, sentir que allí perteneces? y cuando acabe este ciclo cuando vivas tu vida, cuando cambies de piel, emprender tu búsqueda nuevamente, allá en una humanidad completa solo por el deseo absoluto de hallar un espíritu.
¿O podrá ese espíritu encontrarte a ti? , y si es a ti a quien buscan y en tu afán de compañía solo eliges el rostro equivocado, y ese olor que recuerdas no ha llegado a ti, pero lo confundes por soledad, por apresurado, por sentir lo que no llegaras a sentir y entonces te observas defraudado.
Piensas que no vale la pena, que nunca encontraras ese ser que te llama, que aun cuando las calles están en silencio tú logras escucharlo, y palpita en ti un amor profundo, tan sincero como la mirada de un niño al decir que tiene miedo, y sientes que le quieres, que le esperas, que le sueñas, pero no sabes a quien eres devoto, ¿cómo se verá, quién será, lo habré tenido ya ?, y tú te escapas una infinidad de veces a los pocos lapsos de cordura y locura que ocurren en tu mente justo al mismo tiempo, y es que tal vez allí en esa delgada línea entre la razón y la emoción, allí donde se unen deben estar albergados los recuerdos que te harían hallarla.
Por eso, tal vez cuando llega la noche y cierras los ojos, te sumerges en una laguna de pensamientos absurdos donde empiezas a preguntarte si esto o lo otro podría pasarte, pero ¿qué tal si no solo son pensamientos, sueños o ilusiones?, tal vez son solos recuerdos y cada historia que te cuentas a si mismo de lo que te gustaría que pasase solo son experiencias de otras vidas, cosas que ya hiciste, viviste y disfrutaste, pero tu mente miente, ella te engaña, permite que te obsesiones con eso que quieres tener sin saber que ya fue tuyo.
Entonces llegas al punto donde te cuestionas el hecho de ¿cómo podrías olvidar tú a ese ser que tanto has amado y aún amas, como podría alguien olvidar unos ojos que te miran como si fueses lo único existente en el universo, como no recordar un alma que al posarse junto a la tuya encaja perfectamente con tu cuerpo, como es posible haberte permitido no recordarle? no saber cómo siente, se escucha, ¿porque no solo puedes verle con los ojos cerrados y saber que es ella, como puedes mirar a otra persona a los ojos y pensar que es ese ser que tanto esperas, como puedes confundirla con algo que no recuerdas haber conocido, como es posible permitirte tal confusión con tantas personas?
Al final te quedes sin saber si ya ha llegado o aún deberías esperarla, y después de cuestionarte tantas cosas, solo pides, suplicas y ruegas por una oportunidad, porque el universo conspire a tu favor para que llegue, para hallarle, o para que te encuentre, pero y ¿quién nos asegura que ya el universo no lo hizo?, tal vez te lo dio, te lo obsequio y tú simplemente hiciste caso omiso, por soledad, por miedo, por lo que sea le confundiste; con otros besos, otras caricias, otros ojos, con otra alma, con otro cuerpo, y terminas amando un espíritu que ni siquiera te pertenece.
Y justo allí en tu lugar seguro, comienzas a sentirte vacío y no sabes el porqué del agujero que pasa justo por tu pecho, no sabes por qué cada noche antes de dormir te preguntas si deberías estar allí, en esa casa, en esa cama, con ese cuerpo, que pretende abrazarte, y le miras, y le sonríes y te llenas de razones para quedarte, para intentar pertenecer, y te engañas, claro que lo haces, vives con ello cada mañana y has aprendido a decirte las palabras correctas para mentirte con tal facilidad que apenas tú mismo te das cuenta de cuan falso es el amor que dices sentir, y pasan los meses, luego los años y aún sigues mirándole y cuestionándote, solo que ya no sonríes ya no tienes razones ya ni siquiera intentas pertenecer, y ahora en vez de preguntas solo te imaginas una vida fuera de allí, con otra persona que tal vez pudiese hacerte sentir diferente, tal vez, solo quizás un poco feliz.
Y vuelves a lo mismo y recurres a las mismas preguntas, y ¿si no es tu imaginación lo que usas, sino que es tu mente haciéndote una jugarreta? una pequeña broma para probar, que tan fiel le eres a ese sentimiento que existe aunque parezca inexistente, que tan tuyo resulta ser el recuerdo de una mirada que nunca has visto, que tanto te pertenece un espíritu que no recuerdas y un cuerpo que ya olvidaste, y bromea sobre ello y te hace desear lo que quizás ya tuviste.Y te afecta, realmente te afecta, el solo hecho de pensar que en un universo totalmente cuerdo, pudiese existir una posibilidad con tan poca cordura.
Entonces cuando piensas que “solo vivirás con ese caos”, le ves, allí solo mirándote y tu mirada inoportuna se cruza con la suya, comienzas a sonreír sin un porque, sientes una fuerza superior a ti, tu corazón se acelera, tus manos tiemblan, y te asustas, claro que te asustas es insoportable el sentimiento que causa en ti un cuerpo desconocido que se siente tan tuyo, pero es doloroso saber que no tienes que ofrecer porque tú ya das calor a otro ser.
Pasan las noches y tú solo te acomodas para intentar dormir, tratas de encajar con ese cuerpo que está a tu lado pero no puedes, no se siente bien, tu mente ya no está, se fue con esa sonrisa, esos ojos, esa piel, tu mente escapa, tu ser huye. Te cuestionas, te juzgas y maldices, te culpas por sentir, por querer, por desear y sobre todo por no poder evitar, llegas al punto de no poder más, y debes hacer lo que todo ser humano evita siempre, tomar una decisión que lo cambiara todo.
Puedes soltar, alejar y dejar a quien tienes en tu vida y averiguar si quien te causa tanto es acaso el alma que te ha pertenecido siempre, o dejarla pasar y fingir que no llegó, no ha llegado y nunca llegará.
¿Pero cómo evitar algo para lo que nos hemos preparado durante todas estas vidas? Así que sueltas, abandonas, te liberas y vas por ello, te dejas llevar, no piensas, ni evitas, tú solo vas en busca de ella, le encuentras, dudas pero le escuchas, te sonríe, le miras, te abraza y justo en ese momento tu respiración se acomoda, tus miedos se pierden, tú silencio se escucha, allí lo entiendes, es ahí donde perteneces, y tú solo te preparas para hallarle de nuevo, en otra vida, en otro cuerpo pero con tu propio ser.